Alternativa: Reflejo de la época

Reflejo de la época

Gustavo Mares

El toreo, a lo largo de la historia,  ha sido un reflejo de la sociedad del momento. Cada etapa, cada época, se ve reflejada en el ruedo. Es un fenómeno sociocultural digno de estudio.

Hogaño, época de elecciones, el ejemplo viene a la perfección. Para nadie es un secreto que el destino del país depende, en general, de unas cuantas familias que deciden el rumbo que quieren que tome el país.

En la fiesta de los toros pasa algo similar. Es un fenómeno que aplica no sólo a México sino a Europa en general.

Hogaño, las grandes ligas de la tauromaquia a nivel mundial están en manos de grandes empresas que al mismo tiempo apoderan y realizan funciones múltiples en torno a todo lo que envuelve un festejo taurino.

En este nuevo esquema, la figura del ‘apoderado’ como tal, ha perdido la fuerza que hasta hace algunos años tenía ‘per se’.

El asunto va más allá. Con contadas y honrosas excepciones, incluso los que visten de luces han pasado a un segundo término y es que en el orden que hoy prevalece son los hombres de escritorio los que han cobrado fuerza e importancia inusitadas.

Son ellos los que ahora mismo se llevan todos los reflectores; son ellos en cuyas manos está el futuro de la fiesta brava.

Hace unos años, eran los toreros el eje principal del negocio taurino, -negocio, no fiesta brava como espectáculo-. Había figuras y muchas de ellas mandones auténticos.

Poco a poco esa pléyade de figuras se apagó y actualmente, por lo menos en nuestro país no hay una primera figura del toreo. Hay, eso sí, extraordinarios matadores de toros, pero no una figura del toreo.

Por el contrario, el negocio taurino se ha acomodado de tal manera que hoy son las grandes empresas las actuales ‘figuras’, son las que mandan y tazan, las que deciden. Los ‘coletudos’ pasaron a ser un número más en los grandes consorcios.

Antes, cuenta la leyenda, un torero decía cuánto quería ganar y qué toros habría de lidiar. Hoy, -reiteramos, con honrosas excepciones- a muchos de los toreros en este y aquel lado del océano les tienen firmadas una cantidad determinada de corridas de toros a un precio previamente programado.  Tienen algo así como un salario fijo, cuando en otras décadas sus ingresos se iban tazando tarde a tarde. Una actuación triunfal le redituaba más ‘parné’ a la siguiente semana. Ahora no. En su mayoría ganan como cualquier asalariado. Dirían los ‘Milenials’ generan ingresos como un ‘Godínez’.

Algo similar pasa en el mundo de la música, por ejemplo. Ahora mismo, en el panorama nacional, no hay una figura sólida. Hay cantantes de un solo tema, que cuentan con el apoyo de importantes empresas pero hasta ahí. No hay un Pedro Infante, un José José o una Lupita D’Alessio, por mencionar algunos artistas sólidos.

Podría llegar un día en que el nombre del torero sea lo menos importante, pues quizá la modernidad habrá aniquilado completamente lo que algún día fue la fiesta brava como hoy la conocemos, para dar paso a un espectáculo híbrido en el que lo mismo dará el nombre del ‘coletudo’ que podría formar parte de una cartelera con variedad de espectáculos, no sólo el taurino.

Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Qué novillero de reconocido apellido decidió ‘colgar el traje de luces’ para enfocarse a los estudios?