El toreo no es elite
Por Gustavo Mares
Con contadas y honrosas excepciones, en muchas plazas de nuestro país las buenas entradas brillan por su ausencia. Factores hay muchos: la nula o escasa publicidad, combinaciones repetitivas o carentes de ingenio, encierros muy justos de presencia y en ocasiones ‘arreglados’.
Hay otro factor que también ha incidido en la ausencia de público en los tendidos y es que a los organizadores de hoy día les pasa de noche que la fiesta brava era, hasta hace no mucho, un espectáculo popular, del pueblo. Y no elite.
Antaño era habitual que en la misma corrida se mezclaban todas las clases sociales, de tal suerte que en la primera fila se sentaban aquellos hombres pudientes de la alta sociedad que le aplaudían con la misma fuerza al torero que las clases humildes también vitoreaban… desde las alturas.
Hoy tal pareciera que el grueso de los organizadores quieren trocar un espectáculo de masas muy democrático en algo elite. Y eso estaría bien si se viera reflejado en las taquillas, pero no es así.
De hecho no son las clases altas las que encumbran a un torero o a cualquier personaje público. Es el pueblo, las personas ‘de a pie’, las que hacen o deshacen a las figuras o mejor aún a los ídolos populares.
Las clases altas suelen regodearse de ser amigo de tal o cual personaje al que le hablan de tu y al que muchas veces minimizan. Del otro lado de la moneda, la clase humilde cuando llega a tener contacto con su ídolo, lo mira y le habla con una admiración contagiosa.
No hace falta ser un erudito en la materia para saber que hay más pobres que ricos, lo que se traduce en que existe más público cautivo de pocos ingresos que aquellos que tienen para pagar un boleto oneroso.
Si los organizadores, que al final del día invierten su dinero, tuvieran la capacidad de encontrar el justo medio para ofrecer un espectáculo taurino al alcance de todos los bolsillos, sin descuidar la presencia del toro, respetando su integridad y con carteles atractivos, podrían mejorar las entradas.
Actualmente basta ‘echar un ojo a las redes sociales’ o platicar con algún aficionado al arte de lidiar reses bravas para conocer su sentir. En la mayoría de los casos se sienten decepcionados, por no decir timados al recibir ‘gato por liebre’ o ‘novillo por toro’.
En cualquier negocio saludable saben que ‘el cliente siempre tiene la razón’. Es curioso que en la fiesta brava ‘el cliente’, que es el aficionado que compra un boleto, es al que menos se le escucha y al que peor se le trata.
Toreros, ganaderos, subalternos, empresarios y todos los profesionales de este negocio, deberían tener plena consciencia de la importancia de los aficionados de todos los estratos.
En el caso de los ‘coletudos’ nada les cuesta, por ejemplo, acceder a tomarse la foto con una sonrisa. Hacer que el aficionado se sienta arropado y con ganas de regresar a la plaza de toros. El público, en la tauromaquia y en cualquier espectáculo público, es la columna vertebral que lo sostiene. Que no se olvide.
Para finalizar, la pregunta de la semana. ¿Quiénes serán los flamantes organizadores de la Feria de Pachuca en la Plaza Vicente Segura?