Precioso herradero didáctico en COYOTEPEC, que abre sus puertas a nueva afición

Fotos de Jessika Kuhn

El sol caía a plomo sobre el albero destinado para herrar al ganado. Los propietarios José Ángel López Lima y Miguel Ángel López Zamora, seleccionaron 36 ejemplares, entre los ocho meses y un año de edad, para marcar a fuego en una de las prácticas del campo bravo que exige de fuerza, técnica, inversión de tiempo y cuidados extremos para no lastimar a cada ejemplar.

Muy temprano los caporales y vaqueros encendieron el fuego para calentar los fierros, entre números y distintivos de la casa brava de Coyotepec; previo, la señora que prepara gorditas ofrece los alimentos a los valientes que estarán trabajando con el ganado. Por invitación de los ganaderos, llegan a esta faena campera más de una decena de niños y jóvenes que por primera vez tendrán contacto directo con una de las especies más bravas de la tierra: el ganado de lidia.

La ciencia con todo y sus avances, no ha encontrado otra manera de identificar y controlar el ganado, no solo de lidia, incluso el llamado de carne, más que en la práctica ancestral de herrar a fuego. Emiliano Abreu abre puertas y sujeta con fuerza cada animal, hay que derribarlo y sujetarlo con sogas de sus cuatro patas y es imprescindible cuidar sus pequeños cuernos; por eso se le coloca una almohada de paja. El mugir del becerro inunda el albero cuando siente el ardor en la piel. Posteriormente, su bravura es tal que aprieta los molares sin expresión de sonido (no tiene dientes en la parte superior). Aguanta el resto del dolor por esa condición de fiereza que corre por sus venas. Los veterinarios aprovechan para vacunar, desparasitar y suministrar vitaminas por vía intramuscular. Una vez herrado el animal, sobre las heridas se pone una solución a base de “lanilina” para aliviar el dolor. Ahora, a levantar al becerro y guiarlo de las orejas hasta la puerta que lo conduce de vuelta a los potreros. Una labor que exige cuidados, coordinación y que comenzó a las 11 horas del día. El reloj avanza inexorable, a media jornada se hace un descanso para hidratarse y regresar a las labores de trabajo. El olor de piel cocida se eleva como si fuera un acto de inmolación de aquellas épocas y culturas donde se ofrecían sacrificios animales para agrado del creador.

Niños y niñas, cuidados y supervisados por quienes gozan de la experiencia en esta práctica, se les permitió el contacto directo con los animales y se les explicó a detalle la importancia de esta faena campera y bravía. Entre los invitados destacó la presencia de la ganadera María Serafina Zamora, Liliana López, Gustavo y Valeria Abreu, el matador Ernesto Belmont, el periodista Manuel Camacho Higareda, Rosalina Domínguez, Grecia Camacho,la fotografa Jessika Kuhn, entre otras amistades y familiares. Cuando las manecillas marcaron las cinco de la tarde, en la cabaña brava de Coyotepec, se dio por concluido un herradero didáctico fomentando afición en nuevas generaciones.

 

* La foto, extraordinaria vista desde la ganadería.