Gijón, 16 de agosto. Tres cuartos de entrada. Un toro de El Pilar, sobrero, lidiado en primer lugar, y cinco toros de Núñez del Cuvillo. Bien presentados.
SEBASTIÁN CASTELLA, silencio y ovación tras petición de oreja.
José María Manzanares, oreja y oreja.
Alejandro Talavante, oreja y ovación.
El primer toro de Núñez del Cuvillo, al que Castella toreó bien con el capote, volvió a los corrales debido a su poca fuerza, y en su lugar saltó un sobrero de El Pilar con el que Sebastián volvió a torear muy bien con el capote a la verónica, con temple y despaciosidad. Desde ese instante, el astado demostró tener poca fuerza, por lo que fue medido en el caballo. A la muleta llegó el toro muy rebrincado, reponiendo mucho y sin dar opciones al torero de colocarse. Muy molesto y deslucido, por tanto. A pesar de ello, Castella intentó ligarle los muletazos con ambas manos, mostrándose por encima de tan deslucida condición. Lo mató de una buena estocada y fue silenciado.
Lo mucho que tardó el cuarto en caer fue lo que impidió a Sebastián Castella cortar una oreja, pues su labor, tanto con el capote como con la muleta, merecieron premio. El de Núñez del Cuvillo tuvo buena condición, iniciando Castella la faena en los medios con dos pases cambiados ligados a uno del desprecio que tuvo templanza, despaciosidad y enorme torería. La ligazón por ambos pitones fue básica para llegar a los tendidos, cuajando muletazos muy buenos tanto al natural como con la mano derecha. Además, Castella imprimió variedad en algunos remates, ligando también algunas dosantinas al final de la faena. Cuando todo apuntaba a la oreja, y tras matarlo arriba, el de Cuvillo se aplomó y no cayó, por lo que la presidencia no atención la petición de trofeo. A pesar de ello, la fuerte ovación que Sebastián Castella recogió desde el tercio sirvió de demostración de la entrega del público de Gijón, que valoró la actuación del diestro de Beziers.