El rejoneador español Pablo Hermoso de Mendoza, que celebra el veinticinco aniversario de su alternativa, asegura en entrevista que «cambiaría todo lo mucho conseguido hasta ahora por la ilusión de volver a empezar».
Tras doctorarse en Tafalla (Navarra, norte de España) aquel 18 de agosto de 1989, Hermoso de Mendoza ha cumplido un palmarés de más de dos mil corridas de toros y constantes y rotundos triunfos en los cosos más importantes de todos los países taurinos del mundo.
Con ese bagaje y con el reconocimiento pleno de público y crítica como gran revolucionario del rejoneo, el jinete considera que, «aun así, conseguir todo lo que ambicionaba ha sido un placer mínimo. Lo más hermoso eran los sueños de los principios», afirma.
«Esta década y media -continúa- se me ha hecho muy corta. Cuando miró atrás, y más en una carrera tan bonita y con tantas satisfacciones, la sensación es que ha pasado todo muy rápido. Me cuesta mucho asimilar tantas cosas buenas que me han sucedido».
Aunque los expertos coinciden en señalar que sus aportaciones han supuesto un cambio radical, Hermoso asegura que lo único que él ha aportado es su personalidad y su entrega para ser «diferente» y salirse «de lo establecido». «Solo he sido fiel a lo que un día me atreví a soñar, y lo demás ha venido por añadidura», asegura.
Con todo, matiza que esos cambios, que han mejorado la técnica del rejoneo y prolongan el mando sobre las embestidas del toro, se han basado sobre todo en el «respeto al caballo».
«Eso es algo que he vivido desde niño y que he querido plasmar en mi toreo: respetar al caballo para que se enfrente al toro sin ningún tipo de violencia, dolor o sometimiento excesivo, casi por propia voluntad. Siempre he querido darle un protagonismo máximo al caballo, y también al toro, dentro de mi puesta en escena», matiza.
Hermoso explica que esa disposición «voluntaria» de sus caballos no la ha logrado por la vía tradicional de la dura doma de campo andaluza sino a través «de los fundamentos de la doma clásica, buscando el equilibrio y los movimientos perfectos del animal».
Como caballo clave en su carrera, Hermoso señala a «Cagancho», que ha sido para él «como ese primer amor que siempre está presente. Ese fue -aclara- el caballo con el que me abrí paso en la élite y con el primero con el que sentí una identificación directa delante del toro. Después he tenido otros, incluso mejores, pero a ‘Cagancho’ le debo casi todo lo que soy».
En el mundo del toro se considera que Hermoso ha dignificado el rejoneo tanto en el ruedo como en los despachos, aunque el mismo jinete considera que, en ese sentido, no ha tenido mucho seguidores.
«Esa dignidad la he conseguido al menos para mí, reflejada en un trato como el que pueda tener una figura del toreo a pie a la hora de contratarme y de ganarme el respeto. Cuando empecé eso no era nada fácil, porque entonces ser figura del rejoneo era algo muy poco relevante», añade.
Considera que ha tenido más imitadores que continuadores en esa filosofía, ya que ha habido otros rejoneadores «que se han quedado en cuestiones superficiales» pero no en la «profundidad» de su «concepto».
«El que sí lo ha sabido apreciar es el público. Aunque muchas veces creamos que gustan más el rejoneo espectacular y los alardes accesorios, creo que todo el mundo ha captado mi mensaje y ha comulgado con él», dice.
«Cada vez me identifico más con el público de las corridas en que alterno con toreros de a pie que con el de las corridas específicas de rejoneo, que tiene una actitud más festiva y menos exigente».
Otra de las grandes aportaciones de Hermoso en esta década y media en la cumbre ha sido la de contribuir a la difusión internacional del rejoneo. «Tengo el orgullo y el honor de haber toreado en todos los países taurinos del mundo, incluso en corridas incruentas en Estados Unidos, en un ambiente sensacional», señala.
«Pero concretamente México, donde habré sumado un cuarenta por ciento de las más de dos mil corridas que llevo toreadas, es un país que significa mucho para mí, porque me acogieron con los brazos abiertos y porque mejoré mi toreo adaptándolo a la distinta embestida del toro de allá y a la pasión y al hondo sentimiento taurino de su afición», admite el navarro.
Pese a sus éxitos, asume que le quedan todavía cosas que aportar al rejoneo, «apenas detalles, pequeños matices que quedan guardados en los rincones de mi ambición y que alimentan el inconformismo que siempre me ha hecho avanzar en busca de la perfección».
«No me he marcado ningún plazo para dejar el rejoneo, una retirada definitiva sería para mí como una pequeña muerte en vida», concluye.