Columna ALTERNATIVA: A Figura Desde Abajo

A figura, desde abajo

Por Gustavo Mares

 

Uno de los carteles más importantes del año será el del sábado en la Plaza México, donde el maestro Eulalio López ‘Zotoluco’ dirá adiós de manera definitiva a la profesión que abrazó con pasión durante más de tres décadas.

El caso del maestro chintololo va más allá de los ruedos. Es ejemplo de vida y demuestra la garra que atesoramos los mexicanos.

La historia del torero podría resumirse de la siguiente manera: nadie le regaló nada, con base en un gran esfuerzo y dedicación se abrió paso. Cuando llegó a la cima le plantó pelea a propios y extraños.

Es pues, el maestro de Azcapotzalco, un ejemplo de la cultura del esfuerzo del pueblo mexicano.

Alguna vez a este reportero le confesaba en entrevista que en más de una ocasión, recién doctorado en tauromaquia, iba a hacer antesala a las oficinas de la México, donde las horas y otras personas pasaban, menos él. Así, volvía a su casa una y otra vez. Triste pero no derrotado.

Aunque por petición de sus papás concluyó una carrera técnica, jamás quitó el dedo del renglón.

Poco a poco se fue abriendo paso gracias a sus decididas actuaciones en las que la entrega y la garra le hicieron ser considerado por los expertos como un ‘torero cuña’. Paulatinamente pasó a ser un diestro de primera línea.

Ya consolidado como figura del toreo no se durmió en sus laureles y mantuvo su estatus y prestigio con grandes actuaciones no exentas de percances, pues ‘Zotoluco’, en la geografía de su cuerpo, lleva las huellas de duras batallas.

Muchas fueros las gestas que este torero consumó a lo largo de su trayectoria. Una de éstas, haber lidiado toda la camada de la legendaria y temida ganadería de Miura en territorio europeo.

La última vez que este reportero acompañó a ‘Zotoluco’ al campo bravo fue la semana previa a su encerrona en la Plaza México. Fue al campo bravo queretano. Un viaje aleccionador pues algo pasa en la carretera que durante el trayecto aflora la personalidad de cada individuo.

Aquel día confirmé lo que ya sabía y es que ‘Zotoluco’ atesora una vocación inquebrantable de torero. Llegó a la finca antes que nadie. Llevó su ropa y avíos impecables, como si fuera a torear en una plaza de primera.

Supervisó todos y cada uno de los detalles de la tienta. Impresionante su profesionalismo.

A unos días de que diga adiós de manera definitiva a los ruedos, recuerdo unas palabras –sencillas y profundas al mismo tiempo- que el maestro ‘Zotoluco’ dijo a este reportero en el burladero instantes previos a que saliera la primera y astifina vaca de la tienta… ‘Torear es mi vida’.

Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Aprovecharán los políticos oportunistas el escaparate de la México para dejarse ver con protestas como acostumbran hacer cada aniversario?