Alternativa: Muy emocionante

 

Muy emocionante

Por Gustavo Mares

El encierro de Piedras Negras que se jugó en la Plaza México fue emocionante. Acostumbrados la mayoría hoy al toro noble y soso, que suelen exigir las figuras, lo que saltó al ruedo del coso grande con la mítica divisa fue emocionante por la sensación de peligro que transmitió.

La expectación que a lo largo de la semana generó el encierro con su tradicional ‘corbatilla’ fue en aumento y el domingo se vivió un ambiente torista como pocas veces se siente en la Monumental.

Los toros que envió el ganadero Marco Antonio González salieron con unas muy astifinas cornamentas. Fieles al tipo de su hierro, bonitos, serios, con edad y no con kilos, algo que vale la pena subrayar.

Como no podía ser de otra forma, Piedras Negras se ha mantenido fiel a su estilo y seguros de lo que es ‘el toro de la casa’, enviaron bureles en el peso ideal del ganado mexicano. Los seis toros lidiados promediaron 492 kilogramos, pero todos sin distinción, fueron unos ‘señores toros’, que bien merecida ovación se llevaron cuando saltaron al ruedo.

Los piedrenegrinos tumbaron el mito de que los kilos son trapío. Cuando el toro tiene la edad y sus astas íntegras, lo demás llega por añadidura.

Fue emocionante porque todo lo que sucedió en el ruedo tuvo gran verdad.

Los ejemplares tlaxcaltecas desarrollaron desigual comportamiento en varas pues los hubo, -la mayoría- que pelearon con los montados. Pero también por ahí alguno se  escupió de la suerte y le taparon la salida para picarlo.

La mayoría de los de Piedras Negras que se lidiaron en la monumental tuvieron una bravura áspera, seca. La mayoría fueron enrazados y difíciles porque al menor descuido del torero en turno podía haber consecuencias. Sin embargo, cuando pasaban, arrancaban oles llenos de sentimiento, de una mezcla intensa de emoción y angustia, porque el peligro en cada capotazo y muletazo se palpaba en el aire. Esa es la emoción del toreo. ¿Fáciles? Para nada. ¿De bandera? Tampoco. Emocionantes en el tipo del toro serio, ese que para cualquier lidiador debería suponer una gesta –y quizá hasta una obligación- lidiar por lo menos una vez en su trayectoria.

También los hubo, los menos, que sosearon. El resumen de lo que hicieron, este reportero lo vio de la siguiente manera y así lo publicó en la reseña del lunes: ‘… el enrazado primero buscaba los tobillos del torero; el segundo acometía mejor por el derecho, con gran transmisión; el tercero le volteó la cara al caballo y soseó en el tercio final. Concluía el muletazo con la cara a media altura; el cuarto fue áspero y muy enrazado; el quinto tuvo raza y cierta aspereza; el sexto, soso, se echó a media faena’.

Al final del festejo, el balance para Piedras Negras fue positivo. El público sacó al tercio al ganadero Marco Antonio González, quien recorrería el redondel al término de la función.

Fue positivo no por ser el mejor encierro de la temporada, sino porque le regresó a la fiesta brava esa emoción angustiosa que genera el toreo cuando sale ‘Su Majestad’. Los de Piedras Negras, dirían los revisteros antiguos, ‘exigen el carné’.

Todos los toreros que participaron -a pie y a caballo- se la jugaron como los profesionales que son. Ojalá que cada temporada viniera Piedras Negras a la México.

Y para concluir, la pregunta de la semana: ¿Sería mucho pedir que algún día en la México se anunciara Piedras Negras con las figuras de mayor poder muletero?