Cualquiera toma una muleta…
Por Gustavo Mares
La fiesta brava es tan grande, que puede o no gustar pero todo lo que hay inmerso en ella causa gran fascinación, de tal suerte que cuando una persona tiene acceso a los avíos, un capote o una muleta, no pierde la oportunidad de tomarlos, sentirlos, incluso sopesarlos y en la mayoría de los casos pergeñar un trazo al aire. ‘Creyentes o no creyentes’ se maravillan con estos pedazos de tela.
Sí, cualquiera toma una muleta o un capote. Pero pocos, sólo unos cuantos elegidos, son capaces de tomar esos mismos avíos en un ruedo y delante de un toro con tal de alcanzar sus sueños. Esa es la pequeña gran diferencia de los toreros con el resto de las personas. Ellos se juegan la vida en aras de su vocación.
Podrán decir, por ejemplo, que un policía también arriesga la vida en el trabajo pero es algo muy diferente a lo de los toreros. Muchos gendarmes trabajan por necesidad, no por la vocación de servir. Y hay más, todos trabajan por un salario y cuando este no llega, la huelga no se hace esperar.
Con los toreros es completamente diferente. Quienes están de lleno en este ambiente sabrán que muchos hombres que visten de luces han llegado a torear sin percibir un solo beneficio económico. Se juegan la vida por el puro placer de crear arte ante el peligro.
Los toreros son los únicos artistas comprometidos de tal manera con su obra que apuestan la vida en cada trazo para expresar lo que llevan dentro.
Lo que sucedió el pasado sábado en Francia con el diestro Iván Fandiño, quien perdió la vida luego de terrible cornada, es prueba de la apasionada entrega de estos héroes mitológicos que aún quedan en la era moderna.
La tragedia de Fandiño polarizó los medios de comunicación, redes sociales incluidas. Los antis no perdieron la oportunidad de demostrar la vileza de sus sentimientos ante el dolor humano. Pero también llamó la atención que muchos taurinos ‘se rasgaron las vestiduras’ por las imágenes que los medios de comunicación publicaron.
Hubo quienes se sintieron ofendidos por la dureza informativa de esas imágenes.
La muerte de Iván Fandiño es una dura tragedia pero negarla sería tanto como no honrar la memoria del torero caído. No se puede tapar el sol con un dedo. Las cornadas y la muerte van íntimamente ligadas a la fiesta brava.
Lo que hace diferentes a los toreros del resto de la humanidad es precisamente el riesgo de muerte y cornadas que viven cada día de corrida. Sin ese peligro, la fiesta brava no sería lo que es. Así de sencillo, no hay vuelta de hoja.
El deceso de Fandiño, como el de todos los diestros que han perdido la vida en aras de su profesión, debe ser un recordatorio imborrable de la dureza del espectáculo taurino, tan bello y tan peligroso. Un ballet de la muerte en el que el artista expone la vida en cada suerte y de ahí, la intensa expresión artística, esa magia que sólo se da en una plaza de toros.
Por eso es tan importante respetar a todos los hombres que visten de luces, porque todo lo que sucede en el ruedo es real. Va la vida de por medio.
Cualquiera toma una muleta, sí. Pero pocos se ponen delante de ‘el de negro’ aún sabiendo que en un instante fugaz se puede perder la vida… Cualquiera agarra un avío. Pero sólo unos cuantos afortunados son toreros. Por eso es tan grande e intensa la fiesta brava.
Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Habrá cambios en la combinación novilleril internacional que se anunció en una bonita plaza mexiquense?