Esperando a Godot
Por Gustavo MARES
Hace apenas unos días, este reportero celebraba la expresión artística de una puesta en escena en el Teatro El Granero, detrás del Auditorio Nacional. ‘Esperando a Godot’, dirigida magistralmente por José Luis Cruz, con las actuaciones de Jaime Estrada, Gerardo Martínez Pichi, Sergio Acosta, Evaristo Valverde y Andrea Acosta.
Obra intensa de principio a fin y en un solo acto. Durante una hora y cuarenta minutos los espectadores experimentan una mezcla de sentimientos encontrados, que al final lleva a muchos a explotar en llanto.
La obra es profunda. Transmite una gama sentimientos. En ocasiones le sudan a uno las manos y la frente. Pero también, ahí mismo, y quizá hasta con los mismos personajes, se experimentan sensaciones contrarias y goza uno tal tranquilidad interior que sólo los que están ahí y lo viven saben de lo que se habla.
Al término de la función, que vale la pena ver, hubo la oportunidad de platicar con los protagonistas, entre ellos el director José Luis Cruz cuando de repente -he ahí la cuestión- salió el tema de la fiesta brava y se confesó taurino, seguidor de dos grandes maestros que ya no están entre nosotros, David Silveti Barry y el recientemente desaparecido Miguel Espinosa Meléndez ‘Armillita Chico’.
Sin tapujos y con gran sinceridad, el director no dudó en asegurar que el toreo es, al igual que el teatro, un arte. Aseguraba y lo comprobamos los presentes, que las sensaciones que se transmiten arriba de un escenario son las mismas que se sienten en una plaza de toros.
Como buen taurino, tampoco dudó en poner el dedo en la llaga al aclarar que a diferencia del teatro, en el ruedo un mal movimiento puede costarle la vida al actor. ‘El peligro de un toro bravo que puede arrancarte la vida es el ingrediente extra que hay en una plaza de toros, donde llegamos a conmovernos hasta las lágrimas al ver torear a David y a Miguel’, dijo para agregar que hoy esa sensación de peligro ya no se aprecia con frecuencia en una plaza de toros, donde pareciera que muchos de los ganaderos le han echado demasiada agua al vino.
Sergio Acosta, uno de los primeros actores de ‘Esperando a Godot’ y cuyo personaje estremece y también conmueve, ‘chanela’ y se dice ‘ista’ de los mismos toreros.
‘Los artistas sentimos todo lo que hacemos de una manera especial, lo vivimos hasta la médula de los huesos’, confesaba el maestro Acosta.
Nadie podría imaginar que unos días más tarde, uno de los diestros que salieron a colación apenas la semana pasada dejaría de existir de manera intempestiva.
Al momento de escribir estas líneas, aquella plática al término de la función vino a mi mente y es que las sensaciones de esa velada teatral son las mismas que el maestro Miguel Espinosa ‘Armillita Chico’ transmitía en las plazas de toros.
Cuando se acomodaba y toreaba al natural, experimentaba uno tal alivio del espíritu porque Miguel, como solían llamarle los aficionados, tenía mucho arte en su muleta y lo que le hacía a uno sentir es difícil ponerlo en palabras. Se sentía y ya.
En estos momentos cierro los ojos y ahí está el maestro, con la muleta en la derecha. El rostro rojo. Se moja los labios con la lengua. El público le está silbando. De repente callan las protestas.
El maestro tomó la muleta con la mano izquierda. Esboza una leve sonrisa y se acomoda. Se intuye lo que vendrá. ‘Armillita’, a la distancia correcta. Adelanta la muleta y cita al toro… Qué emociones tan intensas.
Hoy, por razones evidentes no habrá pregunta de la semana.
Maestro descanse en paz.