Es urgente
Por Gustavo Mares
La Temporada Grande en la Plaza México comienza este domingo con un cartelazo de lujo, un mano a mano entre el madrileño Julián López ‘El Juli’ y el aguascalentense Joselito Adame, con toros de Teófilo Gómez.
La monumental capitalina, dirigida por TauroPlaza México de los ganaderos Alberto Bailleres y Javier Sordo, con el diestro Mario Zulaica como director taurino, se encuentra en la cima de las plazas de nuestro país en muchísimos aspectos, entre ellos, el eficiente servicio médico con el que cuenta.
Hace apenas unos días en la Plaza Jorge Ranchero Aguilar de Tlaxcala se vivieron momentos de apremio cuando el diestro José Luis Angelino fue prendido de fea manera por el segundo de su lote.
Un video del gran fotógrafo taurino Tadeo Alcina, que circula en redes sociales, dio clara muestra de la abismal diferencia que existe entre la mayoría de los cosos taurinos de nuestro país y la Plaza México con relación al traslado de un paciente herido en el ruedo.
En la bonita plaza tlaxcalteca se hizo un herradero. Todos querían ayudar al torero caído, pero sin orden. Incluso se llegó a comprometer aún más la integridad del lesionado. Afortunadamente, la Divina Providencia puso de su parte y la cosa no pasó a mayores. Pero pudo ser peor.
Si Angelino hubiera tenido una lesión cervical mayor o una fractura, el modo en que lo trasladaron a la enfermería hubiera podido ser la diferencia entre la vida o la muerte.
El maestro Rafael Vázquez Bayod, Jefe de los Servicios Médicos de la Plaza México, implementó un método en el que mantiene en constante entrenamiento a los monosabios, a los que capacita para que –todos a un tiempo- puedan inmovilizar y trasladar al herido de la mejor manera posible rumbo a la enfermería.
En este esquema, los subalternos juegan un papel preponderante pero en lo que mejor saben hacer que es torear.
El maestro Vázquez Bayod, médico militar en el retiro, compara el ruedo con el campo de batalla y considera que los diestros con sus ‘armas’, es decir sus capotes, tienen la obligación de alejar al enemigo –el toro- del lugar donde cayó el compañero herido para permitir el mejor desarrollo de los monosabios que al tiempo que trasladan al lesionado le aplican los primeros auxilios, ya sea taponando una herida o abriendo vías de ventilación para que el lesionado pueda respirar.
Desafortunadamente ese esquema se ve en contados escenarios taurinos, cuando debería de ser algo generalizado.
Es urgente que los profesionales taurinos tomen cartas en el asunto. Nunca se sabe cuándo podrían ser ellos mismos los que tengan la necesidad de una atención ágil y oportuna en su camino a la enfermería.
Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Qué agrupación de profesionales taurinos quedará acéfala pronto, por renuncia de su dirigente?