¿Y la reciprocidad, apá?
Por Gustavo Mares
El calendario taurino de las principales figuras de la tauromaquia suele dividirse en dos grandes capítulos: la Temporada Grande en la Plaza México y la Feria de San Isidro en Madrid.
Hace ya algunos años en entrevista de televisión, una primera figura de la tauromaquia española confesaba que la temporada hispana ‘iniciaba en México’.
Explicaba que la contratación de los toreros, de cara a las próximas ferias españolas, comenzaba a fraguarse en el ruedo de la Plaza México. Por ello, los toreros profesionales arribaban a nuestro país un par de semanas antes para ‘ponerse a tono’ en el campo bravo azteca, donde los criadores de bravo se han significado como grandes anfitriones para los diestros ultramarinos. Sólidas amistades se han fraguado en el campo bravo entre los matadores de toros españoles y los ganaderos mexicanos.
Después de la tienta, suele ser habitual la comilona para los participantes y los invitados. En la mayoría de los casos, un día de labores camperas es un día de fiesta. Todo es color de rosa. Es como si hubiera una especie de ‘encanto mágico’ cuando un criador escucha sesear a alguien que viste de luces. Es la llave mágica para abrirle las puertas del campo bravo mexicano. Y es maravilloso.
Qué bueno sería que fuera así en todo el planeta de los toros. Sin embargo, aquí es donde ‘la ecuación no cuadra’. Porque cuando los nuestros van a España es muy difícil –por no decir imposible- que un ganadero les invite desinteresadamente al campo bravo.
Allá todo cuesta dinero. Ahora mismo tres matadores de toros mexicanos están anunciados en la próxima feria de San Isidro, a celebrarse en mayo en Las Ventas de Madrid, por orden de alternativa Joselito Adame, Sergio Flores y Luis David Adame. Nadie más. No tocaremos el tema de la poca presencia azteca en la catedral del toreo mundial, cuando aquí, en la plaza más importante del continente mexicano se le ha dado cupo a gran cantidad de toreros de aquel lado del océano que, en más de una ocasión, han venido a nuestro país ‘solamente de vacaciones’, como el caso de Ginés Marín, quien llegó con la etiqueta de ‘figura’ pero en la Monumental pasó inadvertido e incluso le perdonaron los tres avisos. Pero esa es otra historia.
Enfoquémonos sólo a lo que sucede previo a que un torero vista de luces en la madre patria. Los tres ‘coletudos aztecas’ mencionados líneas arriba ya están en España, donde entrenan duro.
Se sabe que han estado lidiando y matando algunos toros a puerta cerrada a manera de preparación. Desafortunadamente, a diferencia de lo que sucede en México, allá tienen que gastar dinero para poder torear en el campo bravo porque las invitaciones desinteresadas brillan por su ausencia.
No se trata de un tema xenófobo porque ‘el de negro’ no pide pasaporte y sale a matar al osado que se le ponga enfrente. Se trata de un tema de falta de reciprocidad. Aquí, a los de allá se les da todo a manos llenas… allá, a los de aquí, no les dan ‘ni un vaso de agua’. La reciprocidad taurina tan mencionada es una falacia.
Si todos los profesionales de nuestro país cerraran filas, el panorama del espectáculo taurino en la República Mexicana sería diferente. Por lo pronto hoy, esa falta de unión es evidente en la lucha diaria de nuestros toreros más allá de nuestras fronteras.
Qué bonito sería que a los toreros mexicanos se les diera en el extranjero el mismo trato que reciben aquí los diestros que vienen de fuera.
Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Por qué se cambió de sol a sombra ‘El Profesor’, famoso por sus gritos en la México?