Columna Alternativa: Eso es una gesta

Eso es una gesta

Por Gustavo Mares

 

Con el paso del tiempo hay preceptos que en la tauromaquia han ido evolucionando, uno de estos, el indulto.

Es habitual leer en redes sociales o en algunos medios, que determinado torero indultó un toro. Nada más alejado de la realidad porque el único facultado para conceder el indulto es el juez de plaza.

Hoy día, cuando a un burel se le perdona la vida, en automático la mayoría de medios y aficionados se vuelcan en odas al torero que lo enfrentó. Sin embargo, la realidad es diferente porque un indulto es y será siempre, en primer lugar, un triunfo para la ganadería y evidentemente para el toro.

La concesión del indulto, por reglamento, se circunscribe a la preservación de las condiciones genéticas del toro en el campo bravo. Factores como bravura, casta, raza y nobleza son fundamentales para evaluar si a un toro se le perdona la vida.

Ahora mismo parece haber la moda de perdonarle la vida a muchos toros. ‘Indultitis’ le llaman en internet.

En ciertos casos – no en todos- algunos bureles a los que se les ha perdonado la vida han tirado más hacia el lado de la bondad y la ‘bobaliconería’, y distan mucho de lo que podrían ser los cánones del toro bravo.

Preocupante es aún más que el tercio de varas tan importante –fundamental dirían los revisteros antiguos- para evaluar la bravura del toro, poco a poco desaparece porque la falta de fuerza y casta en la cabaña brava mexicana es constante.

Al otorgarse un indulto en el que la suerte de varas no fue ponderada, poco a poco se relega a los hombres del castoreño, cuando su labor es fundamental en la tauromaquia, ya que sin ellos no podría entenderse el toreo como todos lo conocemos hoy día. Por algo ellos también visten de oro.

Paulatinamente los valores cambian o se pierden. El mayor premio para un torero serán siempre son las orejas y el rabo.

Aquí hay otro factor que causa polémica en el incomprendido mundo taurino, pero que le da verdad a lo que los hombres vestidos de luces hacen delante del de negro y es oficiar con el acero. Dicen –y bien- que ‘las orejas se ganan con la faena, pero se cortan con la espada’.

Cuando un indulto resulta legítimo es bienvenido, pero cuando el torero se va por el camino fácil para evadir la suerte suprema, atenta contra la tradición taurina como la conocemos al día de hoy y en lugar de beneficiar perjudica.

A menos que este espectáculo, ‘el más joven de los espectáculos antiguos’, como decía el desaparecido maestro Jacobo Zabludovsky, se someta a una evolución en sus modos y formas, el máximo triunfo para un torero será el rabo.

Claro que hay faenas cumbre con toros que son de indulto pero un trasteo de altos vuelos coronado con la ‘hombrada’ de jugarse todo a una carta en la suerte suprema no es cualquier cosa. Eso es, aquí y en China, una gesta.

Lo otro, en el mejor de los casos, es un triunfo compartido entre el torero y el ganadero, que es quien en realidad se lleva la tarde.

Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Quién le gusta para triunfador de la Feria de San Isidro en Las Ventas de Madrid?