Columna ALTERANTIVA: ¿Imposible? ¡Son toreros!

¿Imposible? ¡Son toreros!

Gustavo Mares

Los toros traen en sus lomos dinero, fama, lujo. Traen todo. Sin embargo, antes de los lomos está la cabeza con sus afilados y mortíferos cuernos, que hacen de la hazaña algo heroico.

Dicen los que visten de luces, que eventualmente hay que pagarle ‘tributo’ al de negro. ¿Cómo? En forma del percance.

Apenas el pasado lunes, mientras que en la Villa Charra de Toluca se celebró un triunfal festejo con el que regresó la actividad taurina a la capital del Estado de México, en España, en el marco de la Feria de Valencia, el torero local y consentido en el planeta de los toros, Enrique Ponce, sufrió un grave percance. Más allá de la cornada en la parte superior del muslo izquierdo, lo que preocupa mayormente son las lesiones óseas y de ligamentos.

Las imágenes de Ponce en su camino a la enfermería y posterior traslado al hospital son estremecedoras. El rostro del maestro lo dice todo. Aguantó estoico, aunque algún rictus dejó al descubierto el intenso dolor que sufría.

Cuando lo trasladaban en camilla, de la enfermería a la ambulancia, los aficionados que atestiguaron el momento le tributaron una cascada de aplausos. Ponce dio la impresión, que se enjugó las lágrimas discretamente.

Su futuro inmediato es incierto. La lógica dice que después de una lesión como esa deberá pasar algunos meses alejado de los ruedos. Incluso esa es la opinión médica generalizada.

Pese a ello, Ponce Martínez signó un contrato en el que se compromete a bajar sus tiempos de recuperación para no perderse las dos tardes que tiene firmadas en la feria taurina más importante del mundo, la de San Isidro en Las Ventas de Madrid.

Aunque no han dicho cómo o dónde, su suegro y apoderado Victoriano Valencia, dejó entrever que Enrique podría decantarse por la medicina nueva. Habló de células madre en combinación con medicina deportiva.

La realidad es que se antoja imposible que Ponce pueda actuar en Las Ventas o que pueda llegar al ciento por ciento a esos compromisos.

Sin embargo, tratándose de toreros cualquier cosa puede suceder. Y es que la tauromaquia, más allá de un espectáculo en el que un hombre arriesga la vida gallardamente, es una escuela de vida.

Cualquier otra persona podría darse por vencido con una lesión de esa magnitud, pero ellos no. Demuestran que ‘están hechos de otro material’.

Enrique, quien durante toda su carrera seguramente ha amasado una fortuna considerable, no tendría necesidad alguna de torear, porque el toro sale a matar sin importar quién se le pone enfrente. Pero su vocación es la que le hace ponerse ahí, en la línea donde hacer arte le puede costar la vida, más allá de dinero, más allá de todo.

Si logra su cometido y hace el paseíllo en el coso de la Calle Alcalá estará demostrando que la raza de un torero es única. Además, estaría dando de qué hablar en el ámbito de la medicina pues no sería algo que se vea con facilidad.

Por algo decía José Alvarez ‘Juncal’, ‘matador de toros’, que todo el mundo gira en torno al toreo.

Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Habrá más mexicanos en San Isidro, además de los hermanos Adame?