Tú me acostumbraste
Gustavo Mares
Arrancó la segunda parte de la temporada mexicana, una ‘segunda parte’ que hasta hace algunos años parecía imposible que existiera en nuestro país, donde la afición se solazaba porque había actividad taurina a lo largo del año.
Los meses anteriores, la sequía taurina en nuestro país fue crítica. Antaño, meses como junio y julio, había una amplia propuesta de carteles taurinos. Desde novilladas en la México hasta carteles de postín con matadores de toros, que se celebraban en diversos escenarios, como Tijuana por ejemplo, que en las fechas cercanas al 4 de julio llenaba sus tendidos con aficionados nacionales y del otro lado del Río Bravo.
En décadas anteriores llegó a haber dos corridas de toros el mismo día en Tijuana, por la tarde y por la noche en El Toreo y la Monumental de Las Playas. En ambas plazas con llenos.
Con el inicio de esta ‘segunda parte’, también las noticias taurinas comienzan a surgir, a cuenta gotas, pero surgen. Algunas ilógicas, como la de ciertas autoridades en la alcaldía Coyoacán a las que les importan más los reflectores baratos y de relumbrón por lo que dedican sus esfuerzos a impedir que los toreros entrenen en el claro de los Viveros de Coyoacán, con ayudados y estoques como lo han hecho durante décadas, cuando ahí mismo en ese parque hay problemas reales, como los constantes robos.
La inseguridad en Coyoacán es algo que los vecinos comentan. No es un secreto. Pero tal pareciera no importarle a las autoridades, porque total no es mediático.
Al mismo tiempo, en Chihuahua, quieren prohibir la celebración de espectáculos taurinos, cuyo último propósito de la res brava, tras generar gran cantidad de beneficios económicos y culturales, es la de abastecer alimento, porque para los que lo ignoran, la carne del toro bravo es lo que se llama hoy día ‘orgánica’. No en vano, del otro lado del ‘charco’, la carne del toro de lidia cuenta con un sello denominación de origen que dice: ‘Raza Autóctona 100 % Lidia’. Da risa que Chihuahua es un estado ganadero. Algo en esas autoridades no está bien.
Sin apasionamientos, basta con un poco de objetividad para percatarse del oportunismo de estos políticos de poca monta, que no son capaces de crear leyes para mejorar ya no un país, sino una comunidad. Más allá de todos los ataques que sufre la fiesta brava desde afuera, es digno de análisis los duros embates que existen al interior del espectáculo taurino generados por los propios aficionados y profesionales del ‘El arte de Birlibirloque’. Para muestra, un botón. La actuación del chaval capitalino José María Mendoza, triunfador del festejo del pasado domingo en el coso grande, donde cortó la única oreja del festejo.
Hubo medios de comunicación y aficionados, que le criticaron como si de un matador de toros se tratara, cuando este chaval de 19 años de edad, apenas debutó en el embudo de Insurgentes. Fue su primera comparecencia. Quienes visten de luces saben que, primero, nadie regala nada y el hecho de cortar una oreja ahí no cualquiera lo puede presumir.
Segundo, el hecho de partir plaza en el escenario más grande del mundo impone. Haberle salido a lo de Aurelio Franco, que envió un encierro bien presentado, en su debut en la catedral americana del toreo y haber cosechado un trofeo es para aplaudirlo.
Claro que tasar el arte no es sencillo, porque no es un marcador de futbol. Pero si uno se toma el tiempo de analizar la edad taurina del torero en turno y sus circunstancias, entonces se puede encontrar el equilibrio para entender y disfrutar su propuesta, porque al final del día, más que la frialdad de los números de un marcador, el toreo se asemeja a una buena copa de cognac, que para disfrutar a plenitud hace falta educar el paladar. Es hasta por disfrute personal.
Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Qué pasaría si los taurinos se manifestaran a gritos, sombrerazos y mentadas de madre ante los políticos, justo como lo hacen los antis?