Macías Corazón de León
Gustavo Mares
¡A todos les pasó de noche la gravedad de la lesión de Arturo Macías! Si hubiera nacido español las redes sociales y los medios especializados se habrían desbordado. Hace apenas unos días, el valiente aguascalentense dio a conocer a través de su gabinete de prensa, que reaparecerá en la Plaza México en la segunda parte de la Temporada Grande que en breve se dará a conocer.
Convalece de una dura cornada en la pierna derecha, que sufrió en septiembre pasado en la monumental madrileña de Las Ventas. Ese percance le fracturó el peroné y le deshizo los nervios de la pierna derecha, ahí radica el problema.
Para poder torear tendrá que usar una férula, cuya función es ‘sostenerle el pie a 90 grados ya que por la falta de movimiento y al no responder los nervios prácticamente le queda colgando’.
A través de la línea telefónica, con la entereza que sólo tienen los hombres que visten de luces, reconoce que la férula la deberá traer, casi seguro, de por vida.
La situación física por la que atraviesa el torero es dramática. El pie no le responde, lo trae colgando. No puede hincarse e incorporarse con prontitud. Imagine usted que el pie fuera un calcetín vacío, no lo puede ni siquiera apoyar. Aunque tiene el pie físicamente, no le funciona.
A través de la línea telefónica, el enrazado torero dice ‘no es fácil saber que tu vida cambió de un momento para otro. No quiero y jamás ocuparé la palabra lisiado, pero el pie ya no me funciona. Llevo varios meses en rehabilitación y no hay avance. Es una nueva vida. Es una época de aprendizaje. Tengo el pie seco’.
Escuchar sus palabras impacta. Con pasmosa tranquilidad confiesa que no quiso explotar ese tema porque no quiere causar ‘lástima’. Quien lo escucha, quien lo conoce, sabe que Arturo Macías, así como todos los toreros pasados y presentes, podrá generar cualquier cantidad de sentimientos menos ese al que hace mención. Es todo lo contrario. Al saber la dura lucha que libra se convierte en ejemplo de muchas personas que pueden verse reflejadas en él para salir delante.}
Macías, quien lleva en el cuerpo las huellas de casi cuarenta percances, la mayoría de ellos muy graves, dice categórico que volverá a torear porque es su vida ‘es lo que más amo. Vuelvo por el gran amor que le tengo al toro bravo’.
Debido a esta nueva condición física su propuesta taurina tendrá algunas modificaciones, puesto que su tauromaquia irá muy en la línea de la que solía ejecutar el maestro David Silveti, torero que padeció duros problemas en ambas rodillas que le impedían moverse con rapidez, por lo que en un palmo de terreno tenía que darle batalla al de negro, siempre encima de él hasta domeñarlo.
Macías podría retirarse hoy y vivir una vida holgada, económicamente hablando, puesto que ha sabido invertir lo que con mucho esfuerzo – y sangre, literal- ha conseguido. Pero su vocación puede más. Y no es el dinero, ni la fama. Es esa llama interna que mueve al ser humano a realizar acciones que podrían sonar fantásticas o increíbles, pero los hombres que se enfundan en el traje de seda y oro son capaces de demostrarnos la fortaleza del ser humano contra las adversidades.
Macías, como toro bravo se crece al castigo y va a más. De hecho, dice con una frialdad que impacta ‘Mi compadre Paco Ureña perdió un ojo y así torea, cómo no lo voy a hacer yo en estas condiciones. Yo toreo porque toreo, así tenga que hacerlo con una pata de palo’ dice al tiempo que sonríe.
Sólo Dios sabe qué es lo que le tiene deparado al valiente maestro aguascalentense, pero algo es seguro: Arturo Macías López es un ejemplo de vida. El simple hecho de verle hacer el paseíllo en la México lo habrá convertido ya en un triunfador.
Y por lo menos este reportero no tendrá empacho en ovacionarlo de pie.
Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Será por bueno que un apoderado que hace empresa, no programó a su torero?