A hombros, SILVETI y SÁNCHEZ, en LEÓN

LEÓN, Guanajuato (Christian Gómez, corresponsal).- Se rompió el ayuno taurino en la Plaza La Luz, donde ‘la vida no vale nada’. Salieron a hombros los Diegos, Silveti y Sánchez.

La tarde arrancó con un paseíllo a flor de piel que rompía la sequía de más de un año de inactividad en esta tierra taurina. Tras el paseíllo, la empresa ETMSA, de labor titánica en el regreso de la fiesta brava en el bajío, realizó un homenaje a los toreros, empresarios, afición y el equipo médico, que en esta lidia atípica han dado la cara por el honor de la tauromaquia nacional. Además de este reconocimiento, antes de la lidia del primer toro, un bonito tablao flamenco para calentar las palmas y encender los sentidos. Y después el folclor mexicano, con un jarabe tapatío que motivó a la alegría y la añoranza.

El coso registró la entrada que el aforo limitado permite. Se lidiaron toros de Villa Carmela, bien presentados y de juego desigual.

Manuel Rocha ‘El Rifao’ enfrentó a ‘Tostón’, con el que se hizo ovacionar; Juan Fernando, silencio; Ernesto Javier ‘El Calita’, con ‘Agradecido’, una oreja; Arturo Saldívar toreó bien, pero mató mal y todo quedó en salida al tercio; Diego Silveti, dos orejas; Diego Sánchez, dos orejas.

 

DIEGO SILVETI

Diego Silveti le cuajó la faena de la tarde a ‘Regalo’, número258 y 470 kilos.

El guanajuatense se plantó con elegancia y desmayo para recibirlo con lances a pies juntos, relajándose en el trazo. Puyazo en todo lo alto de Salomón Azpeitia. Diego se echó el capote a la espalda y se quedó quieto como una vela, para realizar un quite por gaoneras de compás abierto, que recordaron al ‘Indio Grande’, Rodolfo Gaona.

La lidia con el capote de Luis Alcántara fue pulcra, y Cristian Sánchez, y Lupillo, clavaron las banderillas con vistosidad.

Brindó Silveti en el centro del ruedo, cobijado en palmas calurosas. En el tercio, por estatuarios señoriales, comenzó la faena. Y dejó caer el engaño en la trincherilla y el desdén, rozando la arena.

Se reunieron toro y torero en tandas de hondura y ajuste por la derecha.

Acarició las embestidas con ritmo y temple por la izquierda destacando los pases de pecho de pitón a rabo, acompañados por las notas de ‘El Corrido de Guanajuato’, del inolvidable José Alfredo Jiménez, símbolo del Bajío. Cerró la obra con ‘Silvetinas’, haciendo rugir la plaza. Pasaportó al burel de estocada recibiendo y cortó las dos orejas.