Columna Torerías: Ni tanto que queme al santo…

Ni tanto que queme al santo…

Luis Miguel Martínez

Cuando ABC Radio Puebla comenzó con las transmisiones de las corridas de toros desde la plaza El Relicario, entre los invitados para los apuntes estaban el matador Ernesto Belmont y el ganadero José Manuel Fernández de la cabaña brava poblana de El Rocío, quienes además de ser buenos amigos no solamente hacían comentarios muy valiosos de lo que sucedía en el ruedo, de acuerdo a su perspectiva y formación, sino que a este que le escribe, corregían cuando algún término no era taurino o era mal empleado en la narración.

En alguna ocasión, el ganadero de El Rocío para ABC Radio dijo lo siguiente: “Luis, a veces escuchamos en otras transmisiones términos mecánico – taurinos que no deben existir. Y déjame decirte que el acervo de la fiesta brava es tan amplio que permite describir adecuadamente lo que pasa en el ruedo.

Un toro puede tener fuerza, fuelle, recorrido, transmisión, son, ritmo, emotividad, galope, fondo, calidad, clase, claridad, bravura, genio, sentido, entre otros calificativos… Pero decir que a un ejemplar le falta motor, que tuvo gas, gasolina, fue potable, que planeaba o hizo el avión, que aterrizó en el ruedo o que le falta un punto de fuerza, entre tantos más… es un atentado al buen decir de los taurinos, es dilapidar el acervo que tiene nuestra fiesta, ahí está el diccionario de términos taurinos para pronta referencia”.

Cuando escuchamos la emoción y riqueza verbal de aquellos narradores como don Pepe Alameda o Paco Malgesto y vemos esa evolución de las transmisiones gracias a la tecnología hasta llegar a la actualidad, también nos damos cuenta del cambio generacional de la afición, de su intelectualidad y de la cultura de quienes abordamos los micrófonos.

El reto de los narradores es hacer entendible para los aficionados lo que está sucediendo en el ruedo. Si pisamos el terreno del extremo tecnicismo podríamos caer en el aburrimiento del respetable, pero si abusamos del lenguaje coloquial o ajeno a lo taurino podemos perdernos en el error de enterrar la riqueza del acervo que encierra la fiesta.

De ahí la maravillosa habilidad que debe existir en el comunicador para no pisar los terrenos del extremo y lograr mantenerse en esa línea objetiva y emotiva.

Como decía Séneca “el barco que no tiene un puerto a dónde ir, cualquier viento no le es favorable”.

Por eso la importancia de lograr ese manejo rico del lenguaje, hacer entendible para todas y todos lo que sucede en el momento de la lidia. Sin caer es excitaciones falsas ni en lenguajes que atenten contra unos y otros.

Pues algo que distingue al taurino de otros espectáculos es precisamente su buen gusto. Sin duda, gozar de la compañía del maestro Ernesto Belmont y de don Manuel Fernández ganadero de El Rocío en las transmisiones de El Relicario de Puebla ha sido siempre un honor. Nos encontramos la próxima semana.

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