Carlos Espinal/Especial
PUEBLA.- Cientos de veces he leído comentarios hirientes además de ofensivos de antitaurinos, hacia los aficionados a la fiesta brava por el simple hecho de serlo.
Lo que sucedió este sábado 5 de marzo en el Estadio Corregidora de Querétaro en un partido de fútbol entre el equipo local los Gallos de Querétaro y el Atlas de Guadalajara (que no cuentan con antecedente de rivalidad alguno) simplemente no tiene una explicación o lógica coherente; los brutales golpes entre barras de ambos equipos ha dejado un saldo de dolor en la sociedad a nivel mundial, independiente a la cifra de heridos o muertos que de sí resulta repugnante.
México es un país que según estudios tiene más muertos al día por violencia que la propia guerra entre Rusia y Ukrania, las cifra de expertos en seguridad emitidas a razón de la última ejecución grupal en Michoacán donde murieron 17 personas nos terminan de arrojar resultados alarmantes de la evidente descomposición del tejido social y la marcada carencia de valores en que se vive en el país.
Tiro por viaje, los políticos en México intentan atacar a la fiesta brava para abolirla, con argumentos que es una práctica anacronica, arcaica, contraria al snob animalista, de la cuál emana violencia.
Después de lo de Querétaro y habiendo surgido del deporte más popular y practicado en el país y el mundo, el discurso deberá cambiar, los políticos deberían dejarnos en paz a los Taurinos, porque en una plaza de toros jamás se ha registrado un hecho que si quiera se le acerque al tema.
Obvio que en una plaza de toros no hay violencia y menos entre los diletantes, porque por más calientes, divididos o polarizados que estén los ánimos, los taurinos jamás hemos llegado a tal barbarie y dudo que lo hagamos, porque entre otras cosas, la fiesta es una expresión cultural que genera un intenso golpe de emociones muchas emanadas de lo más profundo del ser; tanto del torero como del aficionado y su realización está envestida de valores.
La fiesta tiene implícitos valores que los Taurinos defendemos fervientemente, como el sentido del honor, el deseo de gloria, la solidaridad entre sus participantes y el respeto por el adversario, entre otros, y que por si ello fuera poco, además está amalgamada de un alto contenido de arte y drama, como las expresiones humanas más sólidas, sinceras, internas del ser y sobre todo espontáneas que la llenan no solo de plasticidad, hermosura, colorido, sino de auténtica verdad, cuya conexión además de entendimiento no es evidentemente para cualquier ser humano, sino para los sensibles.
Como el fútbol, la fiesta brava es un espejo de la sociedad, hay ricos y pobres, vida y muerte, pero a diferencia de éste, en ella existe cultura, educación y formación alrededor de conceptos ancestrales consolidados a través de los siglos donde éstos han sido transmitidos aumentados y trascendidos entre generaciones de aficionados mediante su valores fundamentales, lo que no ha sido así en el fútbol, donde la pasión desbordada e irracional ha sido su tónica a través del tiempo y nada ni nadie ha sido capaz de controlarla.
La barbarie sucedida en Querétaro, los fusilados de Michoacán, los levantados en Zacatecas, los Lebarón, Los 43 y contando tienen una respuesta simple, a la sociedad le falta educación/formación cívica y en valores y los gobiernos adolecen de adecuados programas de prevención del delito, procuración e impartición de justicia así como readaptación social y en consecuencia se dan graves atentados al estado de derecho. Será inadmisible de ahora en adelante que los políticos mexicanos oportunistas pongan en la agenda prioritaria la abolición de la fiesta brava antes de la resolución inmediata de tan inconada problemática pública.
En México el discurso deberá cambiar y que lástima que sea no por la preparación de los políticos sino a consecuencia de la barbarie de Querétaro que abrirá la puerta a imprimir más rigor, atención y seguridad no en los partidos de fútbol sino en la sociedad, cada vez más corrompida y envenenada por la delincuencia organizada, la cultura del narco y el dinero fácil, el desinterés de los políticos en el ciudadano y la cada vez más laxa educación en casa y formación escolar.
Llevamos dilatando la hora de ponerle seria atención a la educación como sociedad y meterle especial atención a los contenidos que consumen nuestras nuevas generaciones; elegir llenar más plazas, más estadios, más niños en los toros, más clases públicas y prácticas de toreros, más familias en el beisbol, el tenis, la charrería, más niños en el ballet, más niños entendiendo, sintiendo y conociendo las expresiones artísticas, más niños respetuosos de la diversidad y la alternancia, menos radicales, abandonados y desentendidos por sus padres, porque ni en el fútbol ni en los toros ni en deporte o evento masivo alguno hay hilos negros por inventar, el verdadero hilo negro está en rescatar a la sociedad que cada vez más que nunca tengo mis dudas no tanto que valga la pena, sino que se pueda.