El apoderado, en extinción
Por Gustavo Mares
El mundo y la tauromaquia misma han evolucionado con el paso del tiempo. Quién sabe si para bien o para mal, pero se han ido transformando.
La fiesta brava, fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos y en la que los movimientos económicos son fundamentales, no ha sido ajena. Así como ahora son habituales las mega tiendas en las que encuentra uno desde sofisticados aparatos electrónicos, hasta mariscos congelados, pasando por farmacia, ropa y prácticamente todo lo que se le ocurra, algo similar sucede en la tauromaquia.
Ahora mismo, son las grandes casas de apoderamiento las que suelen montar festejos con sus propios elementos; o bien, son las grandes empresas, que ahora tienen una baraja de toreros a su disposición.
Sea cual sea el caso, la figura del ‘apoderado’ ha ido perdiendo fuerza.
Hasta no hace mucho tiempo, los representantes de los diestros cobraban especial significación en la escena taurina de nuestro país.
No se diga los que llevaban los poderes de las figuras, de las auténticas figuras que con el peso de su nombre agotaban el papel o al menos generaban muy buenas entradas en plazas de gran aforo.
Ellos, previa consulta con sus toreros, decidían muchas veces quién sí y quién no tendría la oportunidad de compartir cartel con sus representados.
El tiempo y la modernidad fueron apagando la imagen de los apoderados como entes individuales.
Había representantes que llegaron a tener en su ‘pull’ de matadores de toros a algunos de los más renombrados del momento, por lo que muchas ferias o temporadas importantes dependían prácticamente de ellos, pues de lo contrario ‘los nombres fuertes’ quedaban ausentes.
Poco a poco, un organizador aquí, otro allá y así sucesivamente comenzaron a estrechar lazos con los toreros a los que finalmente apoderaron, y llegaron uno, dos, tres o más toreros, y así la figura de los apoderados perdió fuerza.
Sin embargo, no quiere decir que actualmente no existan buenos apoderados, porque claro que los hay y tienen un doble mérito, porque quienes colocan a sus toreros en plazas importantes, ‘cuando van por la libre’ implica más trabajo de escritorio del habitual, así como un matador de toros más allá de la línea media.
Aún así es claro que la figura de ‘apoderado como ente individual’ está en vías de extinción.
Cuando el diestro se justifica en el ruedo y, el apoderado ante las empresas, generalmente los resultados son positivos.
Desafortunadamente muchas ocasiones las duplas no caminan en la misma dirección, de tal suerte que hay representantes que hacen todo por sus toreros, pero los ‘coletudos’ navegan en mares de pretextos, pero de ahí no salen.
Hay también apoderados, que olvidan que en la dupla el peso al final del día lo lleva el que viste de luces, por lo que cuando son ellos los que buscan los reflectores, ese equipo de trabajo está destinado al fracaso.
Cuando ambas partes hacen lo que les compete los resultados se notan en contratos, aun sin pertenecer a las grandes casas de apoderamiento.
Es gracias a esos toreros que van ‘por la libre’ que algunas de las grandes empresas-casas de apoderamiento pueden aderezar sus combinaciones, porque existen las que están ‘casadas’ con sus toreros a los que programan exclusivamente, muy al estilo de lo que acontece en la lucha libre, espectáculo en el que cada empresa tiene a su grupo de gladiadores y no pueden alternar entre organizaciones.
Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Enserio, más leña al fuego?