‘No tiene la culpa el hispano…’
Gustavo Mares
La exigencia de los toreros españoles en nuestro país no es nueva. Ahora mismo, el tema de moda es el extremeño Miguel Ángel Perera, quien tanto en Texcoco como en Aguascalientes dejó mucho qué desear.
Fue evidente que su equipo de trabajo quería imponer condiciones para llevar a cabo el ‘apartado’, como se le conoce en España al sorteo de los toros previo al festejo, al grado que en una de esas corridas se realizó toro por toro, y no en lotes de dos astados como es habitual. Sin embargo, esto no viola la reglamentación.
En Aguascalientes, la ‘gota que derramó el vaso’ fue su actitud poco profesional y visceral, misma que dejó mucho qué desear. Sin embargo, lo doloroso para el espectáculo taurino de nuestro país es la falta de compromiso con nuestra tauromaquia por parte de quienes se supone deben cuidarla.
Duele decirlo, pero Miguel Ángel Perera, así como el resto de otros toreros que nos visitan del otro lado del Atlántico, no son culpables. Ellos están en todo su derecho de exigir las condiciones que creen merecen, y habrá quien las cumpla.
Los empresarios tampoco tienen la culpa. Fríamente, los organizadores ven por su dinero y se supone que para ganarlo deben estar al tanto de los gustos de la afición.
Los ganaderos se ven obligados a enviar lo que empresa y toreros piden. Algunos tratados señalan que: ‘Antes, el toro determinaba el toreo; hoy, el toreo determina al toro’, por lo que si quieren vender sus encierros deben ofrecer lo que los compradores requiren.
Los culpables de lo que acontece en muchas plazas de toros de nuestro país son las autoridades que bien por estar coludidas con empresas, toreros o ganaderos, permiten que se incumpla el reglamento. Otras ocasiones no es por eso, sino simplemente por el ego de ocupar el palco de la autoridad, por ‘dejarse ver’, pero a la hora de plantar cara hacen mutis.
Al hablar de autoridades no sólo es el juez de plaza, que se convierte en el primer responsable de lo que acontece en el ruedo. Es él quien indulta un toro, no el diestro que muestra las cualidades del burel. Es como el árbitro en el futbol, la máxima instancia. Las ‘autorides’ incluyen a los alcaldes y a los presidentes municipales, obligados a respaldar a sus jueces de plaza para aplicar el reglamento taurino, que contempla la cárcel en algunos casos.
Ahora mismo nuestro país atraviesa por serios problemas como la inseguridad, la crisis económica, la falta de medicinas y de empleo, tantas cosas que aquejan al pueblo de México, por lo que podría sonar disparatado que las autoridades destinen recursos económicos para hacer valer el reglamento taurino. Pero no hay que dejar pasar por alto que la República Mexicana es un estado de derecho, por lo que el reglamento debe aplicarse guste o no guste.
En caso contrario, las propias autoridades deberían hacer los cambios necesarios en la legislación para que la tauromaquia se autorregule, como sucede en algunos otros espectáculos.
Tristemente es utópico que la tauromaquia mexicana pueda resugir si se autorregula. Se antoja difícil, que no imposible, que todos los profesionales dejen de lado intereses personales para jalar en una sola dirección.
Mientras tanto, continúan llegando toreros más allá de nuestras fronteras a cambiarnos ‘espejitos por oro’.
Para cualquier mexicano es habitual escuchar el refrán, que dice: ‘No tiene la culpa el indio, sino el que le hace compadre’.
En el tema que nos atañe, podría ser: ‘No tiene la culpa el hispano, sino la complacencia de las autoridades’.
Para finalizar, la pregunta de la semana. ¿Y si realmente nos la creyeramos de que en México somos buenos para todo?