Columna Alternativa: Hacer lo que les compete

Hacer lo que les compete

A diferencia de otros espectáculos en los que existe la autorregulación, como en el futbol por ejemplo, en la fiesta de los toros la extrema regulación por parte de entes ajenos a la tauromaquia complican el desarrollo del arte de lidiar reses bravas, que atraviesa por uno de los momentos más álgidos en su historia.

Es difícil, que en algún momento de esta historia la tauromaquia pueda autorregularse porque son muchos los intereses que hay al interior. Además, a diferencia de los deportes en los que hay campeonatos o Ligas, en la tauromaquia que es un espectáculo pero no un deporte, no hay campeonatos. Son funciones independientes, aunque formen parte de una temporada.

La mayoría de las plazas pertenecen a entes privados y no al gobierno. Suele ser habitual que los organizadores monten festejos no sólo con la idea de fomentar el desarrollo taurino, sino también generar dinero porque la vida cuesta y solamente de afición no se puede vivir.

Peor aún resulta el hecho de que a pesar de la extrema regulación que hay en torno a la tauromaquia, las autoridades y los profesionales del toreo, han dejado de lado el eje fundamental de este espectáculo: El toro bravo.

Aunque siempre hay honrosas excepciones, suele ser habitual que cuando las principales figuras de la tauromaquia se presentan, el tamaño del toro decrece considerablemente. Es como si a más nombre del torero, menor tamaño del toro.

Aún así, las plazas de nuestro país suelen registran entradas aceptables, cuando los organizadores anuncian a las principales figuras del escalafón internacional. Sin embargo, ‘tanto va el cántaro al agua…’, que con el paso del tiempo el público comienza a brillar por su ausencia en el grueso de las plazas, que si bien registran entradas
aceptables, es complicado que suelan agotar el boletaje.

En su época como empresario en activo, Rafael Herrerías Olea, quien más tiempo ha estado al frente de la Plaza México, pugnó por la autorregulación como medida para paliar las dificultades, que desde esa época presentaba la tauromaquia de nuestro país. A pesar de todos sus esfuerzos, el doctor Herrerías no pudo cristalizar el esfuerzo de hacer que la fiesta brava de nuestro país se rigiera por sus propias normas.

Quizá, más allá de la autorregulación, sería bueno que todos los profesionales del toreo hagan lo que ‘deben de hacer’, ni más, ni menos. Pero muchas de las ocasiones pareciera que muchos se empeñan en hacer exactamente
lo contrario, aunque saquen al público de las plazas.

Se ha dado el caso de que algún organismo prefiere ‘montarse en su macho’ antes de pensar en el bien común y prefiera que no haya corridas de toros.

Al mismo tiempo, los ataques antitaurinos cada día incrementan en poder y virulencia, al grado que la Plaza México, que recién este fin de semana celebró un aniversario más, pero con las puertas cerradas.

Es urgente que los profesionales del toreo enfoquen sus baterías en salvar el espectáculo del que viven; que dejen de lado problemas personales y avancen en una misma dirección. De lo contrario, será difícil que en un futuro podamos volver a disfrutar un aniversario con plaza llena en el coso taurino más grande del mundo.

Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Lograrán juntarse más de cuarenta mil firmas?