Contra la industria cárnica
Gustavo Mares
Alguna ocasión este reportero entrevistó a un carnicero. Dueño de un local establecido estaba en contra de las corridas de toros. Decía que el público que acude a un coso taurino va ‘a divertirse con el sufrimiento del burel’. Comentaba que a diferencia del ganado de lidia, al de abasto lo sacrificaban en un rastro, sin que nadie lo vea.
Esta misma persona aplaudió, cuando las autoridades impidieron la celebración de actividad taurina en la México. Hoy, ese carnicero ‘pasa las de caín’ porque en varias ocasiones se le han aparecido los prohibicionistas, que se plantan justo afuera del negocio e impiden a los clientes ingresar, sin contar que los revoltosos manchan todo con pintura roja.
El tablajero aduce que su negocio es una fuente de empleo para muchas personas, que los trabajadores del rastro, los transportistas y hasta las personas que venden aguacates afuera de su local resultan afectados.
Los prohibicionistas le reviran constantemente y dicen que el ganado de abasto vive los pocos años de su existencia en condiciones muy crueles. Aducen que los matan a mansalva y que son sometidos a mucho estrés.
Es de llamar la atención, que los prohibicionistas en sus métodos son muy violentos. A su paso todo lo pintan de rojo sin importar a los que dañen. Al verlos llegan a la memoria las palabras del filósofo Fernando Savater: ‘La auténtica imagen de la barbarie no ocurre dentro de la plaza, sino fuera; son esas personas que yacen cubiertas de color sangre y que dan a entender que es lo mismo matar a un toro que a un ser humano’.
Mediáticamente, las manifestaciones en contra de la tauromaquia son exitosas para los prohibicionistas.
El error de muchos profesionales del toreo radica en que quieren defender la tauromaquia, pero no la explican.
El tema de la carnicería va ligado a la tauromaquia, porque la primera función del ganado de lidia es el abasto para consumo humano. De ahí surge el premio de la ‘oreja’, porque hace siglos, cuando aún no había toreros con alternativa, era la gente del pueblo la que ‘jugaba’ con el toro bravo. El momento cumbre llegaba a la hora de oficial con el estoque.
Así, el guerrero más valiente, el que arriesgaba más, se ganaba la carne del toro que enfrentó. Para pedir la ‘proteína’’, como ahora se le llama en los restaurantes a cualquier carne, le daban a manera de contraseña la oreja de ese toro.
Con toda esa carne, no sólo comía la familia sino también los miembros de la comunidad.
Hogaño, el tema de las orejas sólo es para medir el nivel de emoción; la carne de los toros de un festejo taurino se apalabra desde antes con un carnicero, que la adquiere y la pone en venta. Es carne orgánica, libre de químicos.
Ahora bien, en el rubro de todos los trabajos que genera la lidia de seis toros en una plaza de toros, a diferencia del sacrificio de cientos de éstos en el rastro es clara. Ganan, no sólo empresarios, toreros, ganaderos y subalternos.
También se ven beneficiados taxistas, hoteleros, transportistas, imprentas, restaurantes, la hacienda pública y muchos entes más.
No en vano, en la serie de Juncal, interpretada por Paco Rabal, el personaje central decía que: ‘Todo gira en el mundo alrededor de los toros. Los músicos existen para inventar pasodobles toreros, los poetas para cantar a los toreros, los médicos para curar a los toreros, los arquitectos para construir plazas de toros, los pintores para pintar toreros y las mujeres para querer a los toreros’.
En este mundo cada vez más ‘políticamente correcto’ no está descartado que en un futuro la tauromaquia se prohíba definitivamente. Lo malo es que después de esto, los prohibicionistas se irán, como ya está sucediendo, contra carnicerías, pollerías, pescaderías y restaurantes.
Podría parecer ilógico, pero es real. El ser humano come carne. Ir en contra es atentar contra la naturaleza misma. Algunos médicos dan cuenta que el veganismo mal llevado puede tener consecuencias irreversibles, incluso le ha costado la vida a menores de edad.
La industria cárnica, hoy tranquila, no puede pasar por alto los ataques a la tauromaquia, porque sin ésta, las agresiones prohibicionistas irán en su contra.
Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Qué opinan de los políticos antitaurinos, que comen carne toda la semana?



