FOTO MUNDO TOCA
La vida del fotógrafo Genaro González Berumen, reconocido artista de la lente no sólo en el ámbito taurino, sino fuera de él, podría ser el guión de una película. Desde su más tierna infancia el destino le dio una muestra de todos los obstáculos que afrontaría..
Los primeros años de vida los pasó en las Lomas de Chapultepec, una de las zonas más caras de la Ciudad de México. Su abuelo, que participó en la Revolución Mexicana, influyó mucho al padre de Genaro. ‘Con mi papá era una disciplina militar. Sólo un día en toda la vida recuerdo que me dio un beso en la frente’.
Último de seis hermanos, un día a Genaro su padre lo corrió de la casa. ‘Tenía trece años cuando eso sucedió. Me corrió así sin más y me fui a vivir abajo de un puente que estaba por Prado Norte y Palmas. Afortunadamente siempre fui a escuelas de gobierno y en la primera conocí un amigo que era el jefe de todos los indigentes y me dieron cobijo’.
‘Los viernes, que sabía que mi papá llegaba tarde a casa, iba a visitar a mi mamá. Allá me bañaba y me daba algo de comer. Fueron dos años difíciles’.
‘Fue en la calle que conocí los vicios y como siempre sucede, vas de menos a más. Un día, ahí en casa de mi familia llegó mi papá y me encontró con mi mamá. No me dijo más que ‘qué gusto verte, quédate aquí’, nada más’, recuerda Genardo, quien hoy día, luego de todos los avatares de su vida ostenta orgulloso el título de psicólogo clínico.
‘Por entonces encontré trabajo en un taller de fotografía en el que hacían las clásicas infantiles, de ovalito y todos esos tamaños institucionales, pero me atrapó’.
La gran sensibilidad que atesora Genaro y que en otros artistas es un valor agregado, fue para él su más grande demonio, porque no le permitía vivir sin adicciones. Nuevamente el destino le hizo una jugarreta y lo llevó a vivir a Oaxaca. ‘Para esas fechas ya era un hombre hecho y derecho. Había dejado el taller de fotografía para buscarme la vida como fotógrafo de prensa’.
«Inicialmente trabajé en un pasquín que extorsionaba políticos, y pensé que eso era el periodismo. Afortunadamente llegué a El Día y vi que era completamente diferente todo a ese pasquín. Me enamoré de la profesión’.
‘Cuando llegué a Oaxaca estaba en muy mal estado por las drogas. Creo que es lo más bajo que llegué en la vida. Dormía en un basurero y me inyectaba heroína. Era un infierno’.
‘Pero tenía amigos allá que sabían mi facilidad para tomar fotografías y me buscaban para trabajar de corresponsal y en medio locales’.
Pero nuevamente el destino le tenía más aventuras. ‘De niño quise ser torero, pero mi padre me tiró de a loco. Nunca pude, pero siempre me gustó’.
‘Cuando entré a los medios de comunicación tenía el gusanito de ser fotógrafo taurino. Gracias al periodista Juan Antonio de Labra Madrazo fue que comencé a conocer el oficio’, comparte.
Acaso porque el destino ya había sido muy duro con él o porque ‘el que persevera alcanza’, Genaro tuvo oportunidad de conocer al empresario Carlos Peralta, dueño de la revista 6 Toros 6. ‘Por azares del destino lo conocí y le hablaba normal. No sabía que era una persona muy importante. Fue hasta que un día supo que me gustaba la fotografía taurina y me dio la oportunidad de trabajar en la revista’.
La magia que atesora Genaro a través de la lente le ha llevado a montar exposiciones en varias ciudades. Y aunque es el tema taurino el que más le apasiona, ganó un premio nacional por una espectacular fotografía de una mujer indígena.
Con la fiesta brava ‘de capa caída’, Genaro González Berumen y su esposa, la reconocida psicóloga Maribel Lozano, el gran artista de la lente y mejor ser humano ‘quemó todas sus naves’ en México para cambiar de aires.
Hoy vive tranquilo en Punta Cana, República Dominicana, donde dejó los toros ‘por un rato’ para probar fortuna en el ramo de los helados.