«El Santo Patrono de los Toreros: La Fe que Acompaña al Hombre Frente a la Bestia»
Por El Viejo Gruñón
Hoy es Día de Todos los Santos. Las velas chisporrotean en altares cargados de recuerdos y flores frescas, en cada rincón se huele el cempasúchil, y el aire se llena de plegarias. Este día, cuando en México y en España se honra a los que han partido, los toreros también dedican un pensamiento, una oración y hasta una lágrima a sus protectores en el más allá. Los toreros llevan la muerte en cada paseíllo y desafían la embestida de la bestia con el cuerpo desnudo de metal y seda. Pero no están solos; los acompaña una fe ferviente que cobra forma en una imagen, un santo, una madre, un mártir. Pero ¿quién es realmente el patrono de los toreros? Cada devoto tiene su elección, su historia, su convicción, y el ruedo se convierte en un altar donde las almas valientes y las oraciones se encuentran.
San Pedro Regalado: El Santo Protector del Ruedo
Los antiguos siempre nombran primero a San Pedro Regalado, un fraile franciscano del siglo XV cuya devoción sigue viva en las plazas de España, especialmente en Valladolid, donde lo consideran el patrono oficial de los toreros. La leyenda cuenta que San Pedro Regalado obró un milagro: calmó a un toro enfurecido que había escapado de un festejo y sembraba el caos cerca del convento. Al ver al santo, el toro se detuvo, mansamente, como si hubiera reconocido en él a un maestro de la calma. Desde entonces, los toreros invocan su nombre buscando esa paz, esa conexión entre hombre y animal que solo un verdadero protector del ruedo puede ofrecer.
En mayo, Valladolid honra a San Pedro con una fiesta taurina en su nombre, y en cada corrida, en cada pase, se siente la presencia de su espíritu. “Que San Pedro te cuide,” murmuran algunos toreros en el callejón antes de salir al ruedo, con una imagen de él en la muñeca o bajo el traje de luces. Para los más fieles, no hay faena que se complete sin pedir la protección de San Pedro Regalado, un santo de humildad y compasión, un hombre que amansó a la bestia con la serenidad de su espíritu. En su nombre, los toreros creen que pueden entrar al ruedo y salir ilesos, como si el santo pudiera tender un manto invisible de paz entre ellos y el toro.
La Virgen de la Macarena: La Madre que Llora por sus Hijos en el Ruedo
Si hablamos de devoción, en Sevilla y en todo Andalucía, el nombre que todos murmuran con respeto y ternura es el de la Virgen de la Esperanza Macarena. La Macarena, con sus lágrimas de cristal y su mirada compasiva, es mucho más que una imagen; es la madre que cuida a los hijos que se enfrentan a la muerte en el ruedo. En la Basílica de La Macarena, los toreros andaluces rezan antes de cada corrida, buscan sus ojos para calmar los nervios y pedirle una bendición que los acompañe en la arena. Ella, con su manto bordado de oro y su rostro lloroso, les brinda consuelo, esperanza y una protección que trasciende la lógica.
La Macarena no solo protege en la faena, sino que calma el espíritu del torero antes de entrar al ruedo. En la Semana Santa sevillana, cuando las calles de Andalucía se llenan de devotos, los toreros se mezclan entre la multitud, con la fe tan ardiente como la pasión que sienten en el ruedo. No hay torero andaluz que no lleve una estampa de la Virgen de la Macarena, un talismán en su traje de luces o en el capote, como una madre espiritual que lo observa y lo acompaña en cada pase. Esta devoción se extiende más allá de España, llegando a toreros de todo el mundo que, en la Macarena, encuentran la esperanza y el amor de una madre universal.
San Fermín: El Santo de la Bravura y el Valor
San Fermín, tan conocido por las festividades de Pamplona y los encierros, es venerado por los toreros y corredores por igual. Cada julio, su nombre resuena en las calles llenas de corredores y toros, en una ceremonia que rinde tributo a la valentía. Aunque es el santo protector de los que corren en Pamplona, San Fermín también es un símbolo de arrojo para muchos toreros que buscan la misma fuerza para enfrentar al toro. Su leyenda recuerda a los toreros que el valor no es la ausencia de miedo, sino el poder de enfrentarlo con dignidad.
Los devotos de San Fermín sostienen que su presencia se siente cuando el torero toma la espada y se enfrenta a la embestida final, ese momento crucial donde la vida y la muerte se encuentran en un solo movimiento. Para algunos, San Fermín es ese compañero silencioso que corre a su lado, dándoles el valor para sostenerse firmes, para mantener la calma cuando el toro los mira y desafía. A él le rezan con palabras simples: “San Fermín, dame valor,” y salen al ruedo con la certeza de que el santo camina a su lado.
San Judas Tadeo: El Santo de los Casos Imposibles y la Fe de los Mexicanos
En México, donde la devoción popular es fervorosa y colorida, San Judas Tadeo ocupa un lugar especial en el corazón de muchos toreros. Considerado el santo de los casos imposibles, San Judas representa la esperanza en medio de las faenas difíciles, el santo que acompaña a aquellos que enfrentan pruebas que parecen insuperables. Su devoción se extiende por todo el país, y en cada rincón de México se pueden ver imágenes de San Judas, veladoras encendidas y oraciones pidiendo su intervención.
Para los toreros mexicanos, San Judas es un símbolo de resistencia y fe. En sus vestidores, junto a sus trajes de luces, muchos llevan una pequeña imagen de San Judas, como un recordatorio de que en el ruedo todo es posible si él está a su lado. En sus oraciones, le piden que les dé fuerza y coraje para enfrentar al toro, especialmente en aquellas tardes en que la vida parece pender de un hilo. San Judas es más que un santo; es el amigo, el hermano que escucha las súplicas y responde en silencio, brindando la valentía necesaria para enfrentar al toro.
San Saturnino de Toulouse: El Mártir Arrastrado por un Toro
San Saturnino de Toulouse, aunque menos conocido, es otra figura respetada en la tauromaquia. La leyenda cuenta que este santo fue martirizado en el año 257 al ser arrastrado por un toro. Este brutal destino lo convirtió en una especie de símbolo para los toreros tradicionales, quienes ven en él una figura de resistencia y valentía frente al sufrimiento. En algunos círculos más antiguos, San Saturnino se recuerda con respeto, como un mártir que comprendió, literalmente, la fuerza y la furia de un toro.
Aunque su devoción no es tan popular hoy en día, algunos toreros mayores aún llevan su imagen, confiando en que su espíritu pueda inspirarlos a soportar la intensidad del ruedo. Para ellos, San Saturnino es el símbolo de la capacidad humana de resistir y de la conexión mística entre toro y hombre, de enfrentarse a un destino incierto con la frente en alto y el espíritu intacto.
La Fe del Torero: Más Fuerte que el Acero
Este Día de Todos los Santos, los toreros no solo recuerdan a sus familiares y amigos que se han ido; también honran a estos santos que los han acompañado en cada faena. Porque, en el ruedo, no solo se enfrenta al toro; se enfrenta a la posibilidad de no volver, a la intensidad de un duelo donde todo puede perderse en un segundo. En cada pase, en cada embestida, los toreros llevan a sus santos en el corazón, como una armadura invisible que los sostiene y los guía.
Es San Pedro Regalado quien calma al toro; es La Macarena quien consuela en los momentos de miedo; es San Fermín quien les da valor; y es San Judas Tadeo quien ofrece esperanza cuando todo parece perdido. Y aunque las historias de estos santos son tan distintas como los mismos toreros, todos convergen en un acto de fe y valentía que los une. Porque en cada faena, la devoción, como el arte del toreo, se convierte en un ritual sagrado, un rezo silencioso que eleva el espíritu en medio del peligro y la pasión.
Al final, el verdadero patrono de los toreros es la fe misma, esa fuerza invisible que les permite desafiar la muerte en cada faena. Cada santo, cada imagen, cada rezo es un recordatorio de que, aunque estén solos en la arena, no están abandonados. Los santos patronos de los toreros no solo protegen; son el aliento, el consuelo, la esperanza y la fuerza que los impulsa a dar un paso más, a enfrentar al toro con la dignidad y el honor que define la tauromaquia. Porque en el ruedo, como en la vida, la fe es el último bastión de valentía.