Dan caro lo barato
Por Gustavo Mares
Luego de las últimas semanas es claro que el enemigo de la fiesta brava mexicana está adentro. Aunque hay grupos radicales de animalistas, distan mucho de hacerle daño a la tauromaquia como sus propios protagonistas.
El más claro ejemplo de que la fiesta brava está destinada a desaparecer, si los que viven de este espectáculo no enfocan sus esfuerzos en la misma dirección, es lo que acontece en la Plaza de Toros México, corazón taurino del país.
Con la llegada de la nueva administración parecía que la tauromaquia recobraría su esplendor. En esa primera campaña por la puerta de toriles salió ‘Su Majestad’. Desde los festejos sin varilargueros hasta la Temporada Grande saltaron al ruedo astados de impecable presencia y puntales.
En ese ciclo de apertura hubo varias cornadas, algunas muy graves, como la que sufrió el zacatecano Antonio Romero, lo que representa un gasto mayor para los promotores, porque por reglamento están obligados a cubrir el monto económico de las primeras 24 horas de atenciones hospitalarias.
Pasó el tiempo y la catadura de los toros, para los festejos mayores, decreció considerablemente hasta lo que aconteció apenas el pasado domingo, cuando en una de las combinaciones estelares, el eje del espectáculo simplemente brilló por su ausencia porque el ganado careció de trapío. Los aficionados, que cada día son menos, protestaron airadamente. En redes sociales hubo quien se rasgó las vestiduras por las palabras altisonantes que gritó parte de la concurrencia.
Pero el público no es el culpable. Está cansado de que un día sí y el otro también le dan gato por liebre. Y lo que es peor, el costo de las localidades no está a la altura de lo que se supondría acudir a un festejo taurino en el máximo escenario del país. Por principio de cuentas, el vetusto inmueble está en malas condiciones. Es evidente que le hace falta una remoción. No todo se cubre con pintura.
Acaso por la modernidad o la reglamentación hay muchas prohibiciones para ingresar. Pero hay más, comprar boletos a través del celular es una odisea.
Aún así, lo que más preocupa es la falta de trapío en el ganado que sale al ruedo. Lo que es peor: en las novilladas echan astados de igual o mayor trapío de lo que suelen echarle a los diestros con alternativa.
Renglón aparte merece la integridad de las astas. La emoción del toreo radica en ver a un ser humano que puede perder la vida delante de un toro bravo, pero si éste está mermado físicamente y en desigualdad de circunstancias ese espectáculo, que tiene más riesgos de ritual, quede sólo en un show para entretener y divertir.
En esta época convulsa hay políticos oportunistas que tal vez por ignorancia, quieren terminar con las corridas de toros con el argumento simplón de ‘salvar al ganado bravo’, nada más alejado de la realidad. Pero ese será otro tema.
Todavía hay tiempo para que todos los profesionales del toreo cierren filas y caminen en una sola dirección, pero se antoja muy complicado, porque los entresijos de la tauromaquia recuerdan aquel pasaje bíblico de la Torre de Babel.
Y hay más, al mismo tiempo que la fiesta brava en la México pasó a un segundo plano para privilegiar los espectáculos musicales, muchos otros tantos personajes con poder se han echado a cuestas la tarea de querer transformar la esencia de la tauromaquia, como se le conoce hogaño, para volverla un remedo de las ‘bullfights’ que se llevan a cabo del otro lado del Río Bravo.
Decía Buda que ‘el ego y el orgullo son espejismos del alma’, pero al interior de la fiesta brava es el pan de cada día.
Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Quién dio luz verde para que saltaran al ruedo, el pasado domingo en la México, novillos en lugar de toros?