El bueno, el malo y el feo
Por Gustavo Mares
La parte álgida de la Feria de Aniversario en la México arrojó conclusiones interesantes aunque todavía le restan de vida tres festejos. En este serial todo gira en torno al 5 de febrero, que marcó el adiós definitivo de Enrique Ponce.
El valenciano, consentido del público, está más allá del bien y del mal. Él ya se fue y ahora hay que mirar hacia el futuro. Antes de su última fecha hubo un par de tardes en la que había bastante en juego.
La autoproclamada ‘figura’ mexicana, Joselito Adame, dejó mucho qué desear. Con el segundo de su lote, toro bravo y no fácil, se desdibujó feo. Da la impresión que ahora mismo tiene sus pensamientos en otros temas y no en el taurino.
Con esa actitud no puede colgarse la etiqueta de figura. Nadie pone en tela de juicio que es un gran matador de toros mexicano, pero no es una figura.
Quien apuntaba para convertirse en la joven promesa de la tauromaquia nacional, el purépecha Isaac Fonseca, tampoco estuvo a la altura.
En la catedral del toreo se le fue vivo un burel, después de que fue incapaz de pasaportarlo.
Ni Adame, ni Fonseca hicieron buenos los pronósticos.
Y llegó el día fuerte. No fue una fecha fácil porque se trató de un día hábil. Poco faltó para que se llenara la plaza más grande del mundo, pero el boletaje no se agotó.
A pesar de que hay voces optimistas que aplauden la entrada para el adiós de Ponce también hay quienes la critican porque se trató del último torero de la época.
En años anteriores, incluso con Super Bowl, el coso agotaba el papel. Pero paulatinamente la fiesta brava ha perdido grandeza. Qué triste fue ver el ruedo de la Plaza México previo al paseíllo, con un burdo mensaje escrito con cal, como si de futbol se tratara.
Hasta hace no mucho tiempo, cuando un diestro de élite se cortaba la coleta, era habitual que el redondel luciera un espectacular adorno floral. Pero ya no.
Lo rescatable del festejo y no sólo por el espectáculo, sino porque puede ser punta de lanza para recuperar la atención de las grandes masas fue la soberbia actuación del matador de toros Diego Silveti, auténtico triunfador en el adiós de Ponce.
El guanajuatense toreó por nota y cortó dos orejas, luego de una faena de altos vuelos. Fue un trasteo de verdad, con las plantas de los pies bien clavadas en la arena y el corazón dispuesto a todo. Sin chabacanerías, con la grandeza de lo que es ‘per se’ el toreo.
El ‘invitado’ obligó al ‘anfitrión’ a regalar un séptimo toro con el que pudo ganarse la salida a hombros al lado del diestro de la importante dinastía mexicana.
Desafortunadamente, a los ‘reporfans’, que no reporteros porque eso es una cosa diametralmente opuesta, les pasó de noche la portentosa actuación de Silveti del Bosque, que firmó quizá una de las mejores tardes de su vida profesional.
No tuvieron la capacidad para ponderar en su justa medida lo que consiguió Diego en la México y se decantaron por el español.
A reserva de lo que acontezca en los últimos tres festejos de la Feria de Aniversario, Silveti dejó constancia del gran momento que atraviesa, es un hombre joven pero con mucha experiencia. Sin embargo, está comprobado que en las épocas importantes del toreo una ‘pareja’ es fundamental. Un ejemplo claro: Fermín y Silverio.
En este tenor, Ernesto Javier ‘Calita’, quien hará el paseíllo el día 23 tiene argumentos para conformar una dupla de altos vuelos. Pero dependerá de lo que logre ante el ganado de Las Huertas.
Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Qué otro diestro tiene los tamaños para ayudar a Silveti a ‘jalar la carreta’?