Columna Alternativa: El desafío, reconectar con las nuevas generaciones

El desafío, reconectar con las nuevas generaciones

Por Gustavo Mares

La tauromaquia, arte arraigado en la historia y cultura de México, enfrenta un desafío mayúsculo: captar el interés de las nuevas generaciones, que, en su mayoría, parecen alejarse de las plazas de toros. Este fenómeno no es exclusivo de México; en países como España y Colombia, la asistencia de jóvenes a los festejos taurinos ha disminuido notablemente.

Según datos de la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos en España, la afluencia de público menor de 30 años a las corridas ha caído un 20% en la última década.

En México, aunque no existen estadísticas oficiales tan precisas, la percepción en las plazas es clara: los tendidos están envejeciendo.

¿Por qué las nuevas generaciones no conectan con las raíces del toreo? En primer lugar, hay un distanciamiento cultural. Los jóvenes de hoy, inmersos en un mundo digital, globalizado y dominado por la inmediatez, perciben la tauromaquia como un espectáculo anacrónico, desconectado de sus valores y sensibilidades.

La controversia sobre el bienestar animal, amplificada por movimientos activistas y redes sociales, ha calado hondo en la Generación Z y los millennials, que cuestionan prácticas que involucren sufrimiento animal.

Un estudio de la consultora YouGov en 2023 reveló que el 65% de los jóvenes mexicanos entre 18 y 24 años desaprueba la tauromaquia, frente a solo un 25% que la considera un arte o tradición cultural.

Además, la tauromaquia no ha sabido adaptarse al lenguaje de las nuevas generaciones. Las corridas, con su ritual pausado y su léxico especializado, resultan herméticas para los que no han crecido en un entorno taurino.

La falta de educación sobre el significado del toreo –su simbolismo, su conexión con la muerte, la vida y el valor– deja a los jóvenes sin herramientas para apreciarlo. En contraste, eventos como conciertos o deportes extremos ofrecen experiencias inmediatas, accesibles y promocionadas agresivamente en plataformas como TikTok o Instagram.

Otro factor es la escasa renovación en la narrativa taurina. Las historias de los toreros, sus gestas y la épica del enfrentamiento con el toro rara vez trascienden los círculos de aficionados.

En un mundo en el que la atención se gana con contenido visual y ‘storytelling’ dinámico, la tauromaquia no ha encontrado su lugar.

Ejemplos como la exposición “Traje de Luces: Arte y Tradición” de Efraín Martínez, a inaugurarse el 24 de octubre de 2025 en el Museo de Guadalupe, Zacatecas, muestran un intento por vincular el arte taurino con expresiones contemporáneas, pero estas iniciativas son aún escasas.

Entonces, ¿qué se puede hacer para que la tauromaquia atraiga a las nuevas generaciones? Primero, es crucial educar desde la base. Talleres, charlas y exposiciones en escuelas y universidades podrían desmitificar el toreo, explicando su riqueza cultural y artística sin eludir el debate ético.

Incluir la tauromaquia en programas culturales, como parte del patrimonio inmaterial de México, ayudaría a contextualizarla. Por ejemplo, la UNESCO reconoce las corridas de toros como patrimonio cultural en varios países, algo que podría aprovecharse para generar orgullo en la identidad mexicana.

Segundo, la tauromaquia debe modernizar su comunicación. Los toreros y las empresas taurinas necesitan presencia activa en redes sociales, creando contenido atractivo que muestre la preparación, el valor y la pasión detrás de cada faena. Videos cortos, detrás de escena, entrevistas con toreros jóvenes podrían humanizar el toreo y acercarlo a los jóvenes. Aunque tampoco hay que desatender los medios tradicionales.

Plataformas como X, en las que la conversación es inmediata, son ideales para este propósito.

Tercero, la tauromaquia debe innovar en sus formatos. Corridas mixtas, que combinan toreros y novilleros, son un buen comienzo, pero se podrían explorar eventos más dinámicos, como festivales taurinos con música, gastronomía y actividades interactivas que integren a los jóvenes.

Ofrecer entradas asequibles o descuentos para estudiantes también ayudaría a llenar los tendidos.

Finalmente, el diálogo abierto es esencial. La tauromaquia no puede ignorar las críticas sobre el bienestar animal. Abrir foros en los que se discutan estas inquietudes, mostrando los esfuerzos de las ganaderías por criar toros en condiciones óptimas, podría generar empatía y comprensión.

La tauromaquia no solo es un espectáculo; es un diálogo entre el hombre, la naturaleza y la tradición, y ese mensaje debe llegar a las nuevas generaciones con claridad y pasión.

La tauromaquia no está condenada a desaparecer, pero su supervivencia depende de su capacidad para reinventarse. Si logra conectar con los valores, lenguajes y plataformas de los jóvenes, podrá recuperar su lugar como un pilar de la identidad cultural mexicana.

Las plazas de toros no son solo un escenario; son un lienzo en el que se pinta la valentía, el arte y la historia.

¡Es hora de que las nuevas generaciones lo descubran!