NO ME DIGAN QUE NO SE LOS ADVERTÍ…

Después de varias felicitaciones por mi primer artículo en www.torosyfaenas.com.mx, y he de decir también, que unas –muchas- mentadas de progenitora también, vuelvo a estas páginas aunque le cause escozor a más de uno de los colaboradores.

Ahora sí, a darle ‘que es mole de olla’, como dicen en mi pueblo. Comentaba que cada tarde de domingo confirmo en mi tendido de sol el cambio que ha experimentado el público. Ah, por cierto, a petición de mi nieta ofrezco una disculpa por haberme referido al público de forma irónica como ‘¿respetable?’ (servida Marina), pues bien, decía, el cambio que experimentan las personas que van a la Plaza México.

Es muy cierto que la calidad del espectáculo ha disminuido. Pero esto no sólo ha sido problema de los profesionales de la fiesta brava, sino también de muchos de nosotros, no todos, los que vamos a un coso taurino.

Es más, permítanme hacerles una división entre las personas que acuden a las plazas. Los hay TAURINOS y AFICIONADOS DE OCASIÓN.

La diferencia entre ambos es inmensa.

A grandes rasgos:

TAURINOS.- Tienen conocimiento e incluso estudios profundos en torno a la fiesta brava. Conocen perfectamente quiénes son los profesionales y cómo se maneja el medio. Definitivamente se dejan llevar más por sus conocimientos que por su pasión, lo que muchas veces les lleva a considerar que son los que tienen la razón absoluta en sus muy duras críticas sobre el Arte de Cúchares, poco disfrutan de lo que sucede en el ruedo y habitualmente somos los que estamos cada domingo en la plaza de toros.

AFICIONADO OCASIONAL.- Es aquel que tiene pocos o nulos conocimientos sobre la fiesta brava y muchos de ellos son catalogados como ‘villamelones’. Muchos acuden a una plaza de toros por primera vez y su perspectiva del toreo es completamente diferente, además hay que mencionar que son los que suelen llenar ‘hasta la bandera’ cualquier plaza de toros.

Pues bien, son estos segundos, los aficionados ocasionales, los que, dramáticamente están en peligro de extinción y son de los que hoy más que nunca, necesita la fiesta brava.

Entiendo que ahora es muy difícil ir a un coso taurino y vivir la pasión como se hacía antaño, con alegría, entrega y una plaza llena. Hoy lo más normal es que con nuestros vecinos de tendido nos pongamos a discutir para tratar de demostrar quién sabe más, además de que son los mismos rostros un domingo y otro y otro y otro… Lo que lo vuelve tedioso.

En cambio si los aficionados ocasionales registraran buenas entradas la cosa sería distinta.

Si hoy me invitan al mejor restaurante del rumbo ( y espero un alma caritativa que lo haga) y yo he escuchado que en ese restaurante el servicio es de lo peor, pues mejor no voy… Aunque en la realidad me pudiera haber perdido del mejor platillo de mi vida y ¿por qué? Por una mala publicidad de ‘boca a boca’ que, además, es la más efectiva porque proviene de personas a las que les tenemos confianza.

Con ataques tan brutales como los de los fracasados (y vividores del erario) del verde y del pan, la fiesta brava está en serio riesgo de desaparecer. Dicen que ‘divide y vencerás’.

Si no ponemos nuestro granito de arena para ayudar a que mejoren las entradas ‘nos va a cargar el payaso’, como dice mi Marinita.

No me digan que no se los advertí, si nosotros, taurinos o aficionados, no hacemos algo y valoramos auténticamente nuestra amada fiesta brava, ¿quién lo hará?