Tarde del 3 de septiembre de 2000 en la Plaza Lorenzo Garza de Monterrey. Lleno ‘hasta la bandera’. Cartel de lujo con dos colosos y la alternativa de una joven promesa, Eloy Cavazos, Jorge Gutiérrez y José Daniel Ayala.
El rubio torero llegó al doctorado precedido de grandes triunfos, incluidas tardes importantes en la México. El propio Cavazos lo apoyó de manera decidida. Todo apuntaba a que sería la nueva figura. Los triunfos continuaron tras el doctorado pero el torero se apagó. De un momento a otro, poco se sabía de él. Se casó. Puso un café internet. Llegaron los hijos. Sin embargo, dentro de él nunca se eliminó el ‘virus del mal de montera’.
Hace cinco años toreó algunas corridas en el norte de nuestro país pero de ahí no pasó.
Lleva tres años divorciado. Hoy vive solo. Su ex esposa tiene la custodia de sus tres hijos.
Labora en una compañía cigarrera de Monterrey. Por las mañanas se encarga de surtir la mercancía y en algunas tiendas acomoda el exhibidor. Quienes lo miran no pensarían que hace algunos años arrebataba pasiones en los ruedos.
José Daniel, quien no puede dejar de trabajar piensa que cada día se tiene que vivir al máximo. Por lo mismo, tomó una gran determinación.
‘Volveré a los ruedos. No lo hago por dinero ni por fama. Lo hago porque es una espinita que traigo muy clavada en el corazón. No puedo estar bien conmigo mismo si no regreso a torear. Es algo que tengo que hacer. Sé que no es fácil pero lo haré. No quiero quedarme con ese amargo sabor del hubiera’, señala.
‘Tengo 37 años y me mantengo bien físicamente. He estado tentando pero mi entrenamiento se va a intensificar. Mi apoderado será Jesús Amaro y en breve daremos los números de contacto. Una de mis más grandes ilusiones es confirmar la alternativa en la Plaza México’, señala José Daniel, quien sabe que sólo volviendo a vestir el traje de seda y oro podrá ‘exorcizar todos sus demonios’.
