‘Cuando abrí los resultados una catarata de pensamientos me vino encima al mismo tiempo. Es una noticia muy fuerte, sobre todo la palabra, cuando la lees el diagnóstico sientes que todo se derrumba: Cáncer de hígado’, comparte el diestro de Tijuana Ricardo Macías ‘El Estudiante’, quien la próxima semana reaparecerá en el campo bravo, luego de una ausencia prolongada en la que libró la batalla más dura de su vida.
‘Desde chaval la vida me ha puesto a prueba. Desde el momento en que quise ser figura del toreo, pero la necesidad me llevó por otros derroteros que me impidieron alcanzar esas metas e ilusiones. Desde muy chico tuve que trabajar para apoyar en casa y aunque toreaba llegó un momento en que la falta de dinero me hizo abandonar algún tiempo la tauromaquia’, confiesa el norteño, que gracias a su constancia pudo convertirse en un hombre de negocios que radida en San Diego y en Tijuana, pero tiene una asignatura de vida pendiente. ‘Yo siempre me he sentido como un torero que tuvo la necesidad de desviar su camino por sacar adelante a la familia. No podía darme el lujo de dedicarme a torear sin aportar dinero a casa’, recuerda.
‘Por eso fue más dolorosa la noticia del cáncer. Porque ya había tomado mi paso. Toreaba constantemente en el campo bravo y en las plazas de toros. Se que nunca llegaré a ser figura del toreo, pero también se que el toro embieste por igual a la máxima estrella de la tauromaquia como al torero más modesto. Ser torero es un reto personal y un estilo de vida’.
‘El cáncer por lo menos de hígado, no es doloroso. No lo sientes, pero bajas terriblemente de peso y es como si te estuvieras comiendo por dentro. Es el asesino silencioso. Cuando me lo detectaron pensé que hasta ahí llegaría. Pero como te digo, al final del día soy torero y el cáncer fue el toro más peligroso de mi vida. Las quimioterapias y la medicina nueva que hay son muy buenas, pero también te generan un desgaste físico’, confiesa Macías.
‘La emoción que se siente pasarte a un toro bravo de más de media tonelada por la faja es indescriptible. Sólo los que vestimos de luces comprendemos esta bendita locura, pero le pedía mucho a Díos que me dejara vivir para poder volver a torear. Es paradógido que arriesgar la vida delante de un toro me hace sentir vivo’, comparte con gran emoción el torero norteño, que hace un silencio y echa un vistazo al pasado inmediato. ‘Fueron muchos hospitales y muchos doctores, parecía que no habría una luz al final del túnel, pero afortunadamente he vencido ese toro tan complicado’, confía Ricardo, quien no puede ocultar el sentimiento que le embarga.
‘De no existir nada raro, la próxima semana volveré al campo bravo. Estaré en la ganadería potosina de Montecaldera. Me siento con una emoción que me embarga porque volveré a torear, algo que pensé tal vez ya no volvería a realizar. No me cambio por nada ni por nadie. Soy torero y los años de vida que me resten, mientras el cuerpo me responda, continuaré toreando. Por mi y para mi. Espero que mi propuesta le agrade a la afición. Con un solo aficionados al que le guste habrá valido el esfuerzo de toda una vida’.
Ricardo Macías vizzuet nació en Chihuahua. Tomó la alternativa el 27 de agosto de 2011 en la plaza hidalguense de Doxey, donde tuvo como padrino a Christian Ortega y como testigo a Manolo Lizardo, con el toro Tapabocas de La Cardenilla.