Relajado
Por Gustavo Mares
La semana pasada en este mismo espacio comentábamos las palabras del maestro en retiro Jorge Gutiérrez, quien entre otras cosas señaló que la fiesta brava se había ‘relajado’, al mismo tiempo que consideró que gran parte de la culpa de que la tauromaquia atraviese por una fuerte crisis se debe a que los padres no han sabido transmitir a las nuevas generaciones la grandeza de la tauromaquia.
Luego de la entrevista, la polémica se hizo presente. A través de los correos electrónicos y las redes sociales un nutrido número de aficionados puso el ‘dedo en la llaga’. Entre estos, la gran aficionada Karla Mejía Quiroz, prima de otra figura del toreo en el retiro, el maestro de Tacuba, Manolo Mejía.
Comentaban que la culpa no es de de los papás, sino de los profesionales del toreo. Empresas, toreros y ganaderos se han ido encargando de dar al traste con la actividad taurina de nuestro país.
Las empresas, porque muchas veces ofrecen ‘gato por liebre’. Porque en su afán de ganar dinero no les importa ‘golpear el pesebre’ y compran novillos por toros, que antes de saltar al ruedo arreglan de las cornamentas con lo que la esencia de la tauromaquia se pierde, porque a los toros no se va ‘a divertir’ se va ‘a emocionar’ y cuando salta al ruedo un toro ‘mutilado’ es muy difícil que la emoción llegue a los tendidos.
Otro aspecto que suele ser habitual y que ha cambiado mucho con el paso del tiempo es el servicio que se le brinda a los aficionados. En muchos escenarios ponen mil trabas para que el público pueda entrar al sorteo, como si escondieran algo malo.
En algunas promociones, simplemente el eje central del espectáculo pasa a un segundo término, de tal suerte que suele ser normal ver anunciados a diferentes toreros con ‘ganaderías por definir’ lo que al público no le da la certeza de que lo que pagará por el boleto será proporcional a lo que acontecerá en el ruedo.
Hace algunos años era un día de fiesta acudir a las plazas de toros porque la empresa, en conjunción con el cuerpo de seguridad del inmueble, permitían el ingreso de viandas lo que daba oportunidad a las familias de escasos recursos acudir a la plaza de toros sabedores de que el gasto no sería tan grande. Hoy hay algunos escenarios que pretenden prohibir las tradicionales botas con vino para que se vean en la necesidad de consumir en inmueble; hay otros escenarios cuyos elementos de seguridad tratan de manera prepotente al público que paga sus sueldos.
Se entiende que ‘poderoso caballero es don dinero’, sin embargo, más allá de eso en la tauromaquia han existido muchas tradiciones que ahora en la modernidad se han ido perdiendo.
Un ejemplo muy claro. Antaño era habitual, desde comienzos de la semana, que los organizadores hicieran circular en los medios de comunicación las fotografías de los toros a lidiarse, pero hogaño esa es una práctica poco habitual.
El tema de los toreros es parecido. Muchos suelen poner mil trabas para contratarse y exigen un dinero extra si al promotor se le ocurre la idea de no ‘arreglar los toros’. Imponen alternantes y ganaderías, pero cuando sale ‘el de negro’ y los coletudos ‘no están de vena’ simplemente le ‘espantan las moscas’ y hasta ahí. Pero al aficionado le cobran el boleto completo, aunque se haya retratado en la taquilla ‘sin estar de vena’.
Los criadores de toros, afortunadamente no todos, también están envueltos en esta debacle, luego de haberle echado ‘demasiada agua al vino’.
Cuentan los tratados de tauromaquia, que antes el toro determinaba el toreo. Hoy día, es el torero el que determina el toro. Así de lamentable.
Para finalizar, la pregunta de la semana: ¿Es muy difícil que cada quien haga bien lo que le corresponde?